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Nostalgias

Javier Marías acaba de recopilar un delicioso libro de artículos de temas futbolísticos: Salvajes y sentimentales. Letras de fútbol (Aguilar, Madrid). El fútbol es, para Marías, "la recuperación semanal de la infancia", y al hilo de esta recuperación desfilan por estas páginas los jugadores míticos de aquel inolvidable Madrid de Di Stéfano (a quien yo vi marcar un gol de tacón en el viejo Heliópolis), Kopa, Puskas, Rial, Gento y varios fenómenos más, junto con otras secuencias pasadas y presentes del Real Madrid republicano y no franquista, que así lo recuerdo yo en labios de mi padre: el equipo del régimen era el Atlético, que llegó a ser el Atlético Aviación, aunque esto parezca hoy inverosímil y pese al Real, pero uno recuerda todavía el extraño clima que rodeó el final de una Liga hacia 1951, cuando el Atlético le ganó al Sevilla un campeonato con un gol conseguido tras un centro desde fuera del campo. Los republicanos (y Javier Marías ha avivado en esto mi memoria) sentían respeto y ninguna aversión por "el Madrid", así a secas, como "el Betis" (no "el Real") o "el Donostia" (no "la Real Sociedad").Como viejo aficionado al fútbol, incluso cuando no estaba de moda entre la intelligentsia, yo le agradezco a Javier Marías este libro, que ha reavivado mis recuerdos de seguidor del Betis, un equipo mítico en los desastres, que fue campeón de Liga en el 35 (con aquellos vascos que acabaron en el exilio: Urquiaga, Areso, Aedo, Larrinoa, Lecue, Unamuno) y doce años después, con la guerra de por medio, se hallaba en Tercera División y aún estuvo algún año a punto de bajar a Primera Regional. Fue entonces cuando surgió uno de los grandes gritos deportivos de la posguerra: "Viva el Betis manque pierda", que fue una consigna metafórica de signo antifranquista, que se rebelaba además contra las estructuras deportivas del régimen, que sancionaban fichajes fuera de la ley contra el club y castigaban a un jugador, el luego gran Del Sol, con ocho partidos de suspensión por dirigirse al árbitro "indebidamente", pero sin ser expulsado del campo. Vino después la lenta remontada del peor franquismo y el club volvió a Primera, con sus breves descensos a Segunda, pero siempre aupado por el espíritu del "manque pierda", que es una divisa deportiva del más puro estilo británico. Hasta que llegó un Jesús Gil al Betis, derribó los restos que quedaban del antiguo Heliópolis, construyó un estadio holandés, le puso su nombre, cambió la divisa como algo nefando y con todos sus miles de millones, sin arbitrajes forajidos ni otras excrecencias, el Betis se ha ido a Segunda División junto con el equipo del otro Gil y, eso sí, con la impagable compañía del Sevilla, a quien hace pocos años las fuerzas vivas salvaron de descender a Segunda B, pero ahora no ha podido salvarlo nadie.

El Sevilla era el Estado en Andalucía, pero eso ya se ha terminado. Ha tenido presidentes que amaban a femeninos candelabros ("yo estoy en el ...") y han dejado exhaustas las arcas del club, giles devaluados ellos. Con su Gil Gil disfrazado de ditero, el Betis, que nunca ha sido el Estado, se ha ido a Segunda División, cosa que a los béticos de verdad les trae sin cuidado, pues, como dijo un inteligente político sevillano, si gana está bien y si no gana da igual.

Gracias, Javier, por tu libro.

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