Matute reafirma su compromiso con la literatura y el ser humano
Ana María Matute repasó el lunes, ante su público más fiel, los momentos más importanes de su infancia, sus temores, alegrías y el origen de su viejo amor por la palabra. Y lo hizo desde su acostumbrado buen humor, que parece ser su arma para defenderse de la timidez. El tránsito por la vida y obra de la autora de Primera memoria cerró el ciclo Escribir viviendo: escritoras españolas del siglo XX, organizado por el Ateneo de Madrid, y que desde diciembre ha contado además con la presencia de Rosa Regàs, Soledad Puértolas, Almudena Grandes, Josefina Aldecoa y Lourdes Ortiz.Matute, abrumada por los elogios de sus acompañantes en la mesa, Juan Ángel Juristo, José Esteban y Manuel Neila, a los que respondía con un "más mesura, por favor", comenzó recordando la relación con sus padres. "Él era mediterráneo y hubiera sido amigo de Ulises, pero mi madre, que era castellana, lo hubiera sido de El Cid. Creo que con eso lo digo todo", afirmó la autora, de 75 años.
Ana María Matute, que revivió su experiencia angustiosa en el colegio, donde las niñas se burlaban de su tartamudez -"pero no sólo ellas, también las monjas, que eran infumables, excepto una"-, recordó que los cuentos de hadas, puestos en boca de su niñera y su abuela, fueron un refugio. "Mi amor por la palabra fue creciendo como un árbol, y en cuanto pude sostener la pluma descubrí que la escritura era mi vida. Si el mundo me rechazaba, yo me lo inventaba", cuenta la escritora y académica.
A Almudena Grandes, que le preguntó si se sentía cómoda con el calificativo de novela social que aplican a algunas de sus obras, le respondió: "Yo nunca he renunciado a ese compromiso social, que no es estrictamente político, sino con los seres humanos. Y he seguido ese compromiso sin asesinar a la literatura", subrayó Matute.
Sobre el éxito de ventas que ha tenido Aranmanoth, su última novela, Ana María Matute señaló: "No escribo para vender. Para mí el éxito es que alguien te diga 'su libro me ha servido mucho". La autora lamentó que jamás ha visto leer un libro suyo. "A ver si alguien se apiada de mí y finge leer. Así me moriré tranquila", bromeó.
Babelia
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