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Victorino: "La dignidad mostrada por los toreros ha sido increíble"

Última de feria. El viento lo sabía y sopló con empeño de titán. Las banderas y defensas de los espadas, completamente horizontales. Se diría que detrás de tanta furia eólica pugnaban por huir los malos recuerdos de todo un siglo (que es, más o menos, lo que dura San Isidro). Hacía frío. Mucho frío. En la arena, los tres espadas hacían cábalas para robar a la plaza la esquina donde no corría el aire. Ponía la muleta el primero de la terna y una voz experta daba desde el tendido su docta opinión: "Ahí, no". Respuesta inmediata: "Eso ya lo sabemos, el problema es dónde"."Lo más importante de toda la tarde", comenta el ganadero Victorino Martín García, "es la generosidad y dignidad mostrada por los toreros. Ha sido increíble. Quiero que esto figure tal cual". Dicho y hecho. "Yo sé lo que es ponerse delante de un toro, porque lo he hecho, y puedo decir que en un día así comportarse como ellos tiene mucho mérito", continúa el hijo del famoso ganadero de Galapagar. Mora, Caballero y Moreno dejaron que los toros se vieran y exhibieran la bravura desde las distancias en que dicha condición se aprecia.

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Maldito viento

"Los toros quinto y sexto han sido por encima de todo bravos. Muy bravos con el caballo". Victorino no duda en destacar las galopadas fijas rumbo al picador de estos dos animales. Es más, y pese a que el público declarara su amor incondicional al que respondía al nombre de Mísero II, el quinto de la tarde, él no hace distingos: "Los dos han sido muy completos, como toda la corrida".

Bravura

Hace apenas una semana, otro astado de nombre Herbolario respondía a la noble y encastada condición de su sangre albaserrada y se llevaba el premio al mejor toro en la Corrida de la Prensa de Zaragoza. "Sí, de acuerdo, pero estos no han tenido nada que envidiar", comenta en un requiebro por evitar comparaciones de ningún tipo. Pese a ello, surgen, como mala hierba, más varas de medir. El año pasado, la Feria de San Isidro se cerró con un día de tormenta atravesado por una de las corridas más impresionantes contempladas en Madrid. Trapío y romana se conjuntaban en las carnes musculosas de seis buenos mozos con aspecto de torres (más allá de los 600 kilos). Este año, la media en la báscula: 501 kilos. "¿Por qué?", se pregunta el ganadero, "no lo sé. Dos toros de los de hoy [por ayer] eran hermanos de los de la temporada pasada. Estos estaban más en tipo... La gente así lo ha entendido y aplaudido".

Se acaba la tarde y el viento se llevaba el último San Isidro del siglo. El público, diente con diente de frío, abandonaba la plaza a la carrera. Los tendidos y sus gritos ("¿A quién defiende la autoridad?") dejaban sitio al silencio de una plaza harta ya de tanto ajetreo. Treinta veces fueron citados los aficionados y 30 veces llenaron la plaza. No faltó nadie. Sólo uno en el tendido 2 (A Don Ángel in memoriam).

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