Un arte sin fronteras
Desde su salto a la fama a finales de la década de los setenta, de la mano de Herbert von Karajan, la carrera de Barbara Hendricks es un saludable ejemplo de eclecticismo musical. Se desenvuelve con la misma soltura en el mundo del concierto, el lied y la ópera, y cultiva un amplio repertorio que abarca desde Bach y Mozart a Duke Ellington y los clásicos de Broadway. "Soy incapaz de cantar algo que no siento, tanto en el repertorio clásico como en el mundo del jazz o el musical, y prefiero no poner fronteras a la música, lo que me interesa es que sea música que me emocione a mí y al público", aseguraba a este diario la soprano estadounidense el pasado 10 de febrero, un día antes de su debú en el Auditori de Barcelona con un concierto de opereta vienesa y musical americano.Con su bella voz y su sofisticado lirismo, deslumbró en 1975 grabando el personaje de Clara en la soberbia versión de Porgy and Bess, de Gershwin, dirigida por Lorin Maazel, y poco después, su primera incursión verdiana en el Falstaff dirigido por Carlo Maria Giulini confirmó su excepcional calidad en el repertorio lírico. En los ochenta, ingresó en el exclusivo circuito de voces seleccionado por Karajan para sus grabaciones, con frutos como su delicada interpretación de Liú, en la Turandot de Puccini, el Réquiem alemán, de Brahms, o la Gran Misa, de Mozart.
Hendricks ha trabajado con varias generaciones de ilustres batutas, desde Karl Böhm y Leonard Bernstein, con quien grabó la Segunda sinfonía de Mahler, a las máximas figuras de la nueva generación como Simon Rattle o Esa-Pekka Salonen, con el que ha actuado como solista en las recientes versiones de la Cuarta sinfonía de Mahler y Peer Gynt, de Grieg.
Sorpresas discográficas
Si Mozart es una de las columnas de su repertorio operístico -ha grabado títulos como Las bodas de Fígaro, Idomeneo o La finta semplice, dirigidos respectivamente por Neville Marriner, Colin Davis y Peter Schreier-, su discografía operística está cuajada de sorpresas, con obras de estéticas tan diversas como Edipo, de Enescu, bajo la batuta de Lawrence Foster; Los pescadores de perlas, de Bizet, dirigida por Michel Plasson, o El caballero de la rosa, de Richard Strauss, con dirección de Bernard Haitink.
El lied es su gran pasión, en especial el repertorio francés, por el que siente auténtica debilidad. Su exquisita sensibilidad y versatilidad estilística le ha permitido llevar al disco los más variados platos liederísticos, acompañada siempre por pianistas de prestigio: Mozart con Maria João Pires, Schubert con Radu Lupu, canciones de Fauré y Debussy con Michel Dalberto y Michel Beroff, o el delicioso y juvenil programa Gerswhin con las hermanas Katia y Marielle Labécque.
Babelia
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