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Barbara Hendricks obtiene el Príncipe de Asturias por su voz y su compromiso

La soprano se convierte en la primera artista norteamericana que logra el galardón

La soprano estadounidense Barbara Hendricks (Arkansas, 1948) fue galardonada ayer con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes por "su prodigiosa voz", pero también por su "ejemplo vital de compromiso del arte con la sociedad". La candidatura de Hendricks, propuesta por la Fundación Internacional Yehudi Menuhin, se impuso por mayoría en la última votación del jurado. La prestigiosa soprano obtuvo nueve votos y cinco el pintor y escultor, también estadounidense y oriundo de Mallorca, Richard Serra. El galardón, dotado con cinco millones de pesetas y una escultura de Miró, será entregado en Oviedo por el Príncipe de Asturias.

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"Profunda emoción". Éste es el sentimiento que embargaba ayer a la soprano Barbara Hendricks al conocer la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Artes. El comentario fue difundido ayer por su oficina en Suiza, país en donde vive desde hace más de veinte años esta norteamericana nacionalizada sueca por su primer matrimonio.Un jurado integrado de manera muy predominante por expertos en las artes plásticas se inclinó finalmente por la música y concedió el galardón a Hendricks aunando entre sus méritos tanto su "prodigiosa" calidad artística como su aleccionador compromiso público con los desfavorecidos, "haciéndose oír en todo el mundo", se afirma en el acta del fallo, "en defensa de los refugiados y en contra de la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia", "Su talento artístico, unido a su conducta, constituye", a juicio del jurado, "un ejemplo vital de compromiso del arte con la sociedad".

Esta incansable luchadora por los derechos humanos (más de una vez ha expresado que cantar en los elitistas circuitos de la ópera le produce ciertos problemas de conciencia), embajadora de buena voluntad del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, miembro del Tribunal Internacional para los Derechos Infantiles de la Asociación Acción Humanitaria, que puso voz a los Juegos Olímpicos de Atlanta y que cantó, protegida con un chaleco antibalas, en Sarajevo en 1993 durante la guerra de la antigua Yugoslavia, se convirtió ayer en la primera norteamericana que se alza con el Príncipe de Asturias de la Artes y en la sexta mujer que lo obtiene en los veinte años de existencia de este galardón, después de las también cantantes líricas Montserrat Caballé, Teresa Berganza, Victoria de los Ángeles y Pilar Lorengar y de la pianista Alicia de Larrocha (1991).

Hendricks, a la que Herbert von Karajan comparó con la mítica Maria Callas y de la que el crítico de The New York Times Edward Rothstein elogió su "exquisita" capacidad interpretativa merced a un "timbre (...) que transmite la fragilidad de la porcelana a la vez que es puro nervio", abarca un amplio repertorio de óperas, comedias americanas, melodías francesas y espirituales negros.

Nacida en Arkansas (Estados Unidos) en el seno de una familia humilde, la ahora Príncipe de Asturias de la Artes ha cumplido sus compromisos profesionales internacionales sin desatender una manifiesta vocación de conciencia pública del dolor. Sus visitas a campos de refugiados de Zambia, Malaisia, Tailandia, Camboya y otros países, su labor como asesora de relaciones interculturales de la Unesco, su participación en las campañas de la Organización Europea de la Juventud contra la xenofobia, el antisemitismo y la intolerancia, patrocinadas desde 1994 por el Consejo de Europa, su colaboración con el Instituto de Humanidades y Derecho de San Remo (Italia) y su condición de embajadora de buena voluntad de ACNUR (el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) le han valido el reconocimiento de las organizaciones internacionales a las que presta su apoyo, y ahora también el de la Fundación Príncipe de Asturias.

Su afición musical se remonta a la infancia, cuando en el coro de la iglesia metodista de su barrio, en la que su padre ejercía como pastor, comenzó a interpretar jazz y espirituales. Pero no era éste el camino que había elegido. En la Universidad de Nebraska cursó Ciencias Químicas y Matemáticas. Fue un admirador, entusiasmado por su voz y sus cualidades innatas para la interpretación, quien le propuso estudiar canto en la prestigiosa escuela Juilliard, de Nueva York, donde iba a tener como profesora a Jennie Tourel, que habría de influir extraordinariamente en su carrera.

Ayer los miembros del jurado que le otorgaron el premio destacaron la doble dimensión de la galardonada, como artista no sólo volcada en la perfección de su trabajo, sino también en la mejora del entorno en que se desenvuelve. El presidente del jurado, José Lladó, destacó "el hecho artístico, razón fundamental por la que se le premia, y a la vez su testimonio de que la música y el arte en general pueden estar hermanados con la defensa de los derechos humanos".

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