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Nave azul

Manuel Vicent

En la pantalla se puede contemplar la Tierra navegando por el universo y la primera sensación que uno obtiene de esta visión extracorpórea es que este planeta es una nave azul muy bella, pero muy mal estibada. Los naufragios se producen muchas veces por un corrimiento de la carga a causa del oleaje. Es evidente que el estibador de nuestro planeta, quien quiera que haya sido, no ha colocado la carga humana de forma equilibrada para que la navegación tenga estabilidad. En el espacio no hay tempestades. En apariencia esta nave azul atraviesa con gran perfección el universo pero esa serenidad cósmica no se corresponde con la terrible convulsión que existe en la cubierta. No se trata de una rebelión a bordo sino de un simple corrimiento de carga. Ahora mismo el continente africano se está vaciando en Europa, la América Latina no cesa de derrumbarse sobre los Estados Unidos. No es que los pasajeros que viajan hacinados en las bodegas de la Tierra estén ahora asaltando los camarotes de lujo. Si fuera un motín se podría parar con las metralletas, pero nada puede hacer el plomo contra la ley de la gravedad. El occidente industrializado, que sólo se ha desarrollado en un costado de la obra viva de esta nave, ha creado tal grado de riqueza que su peso está haciendo escorar el planeta. Aunque en la pantalla se vea que su navegación por el espacio es serena la Tierra va muy vencida por la banda de estribor y la carga humana de resto de la cubierta nos está cayendo encima. Por eso habría que considerar el problema de la emigración de una forma más profunda. A simple vista podría creerse que esos agonizantes africanos, mendigos de Este, hispanos desheredados que asaltan las fronteras de Europa y Norteamérica vienen huidos de la miseria, movidos sólo por un afán consciente de mejorar de vida. Sin duda es así. Pero más allá de lo que ellos mismos pueden soñar su impulso obedece a una fuerza telúrica, gravitatoria, inexorable, al margen del hambre o de la ambición, de modo que poco podrán hacer las leyes o la represión de los países ricos frente a este corrimiento de la carga planetaria. Ahora se explica uno cómo se extinguieron los dinosaurios. De pronto les cayó encima una capa de ceniza después del impacto de un gigantesco aerolito que también hizo escorar a la tierra. Hoy en la calle un mendigo rumano me ha pedido una limosna y lo he visto ya como una fuerza absoluta de la naturaleza.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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