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Alemania quiere presentar en la exposición de Hannover una imagen abierta al mundo

El espíritu pedagógico predomina en el recinto sobre las sugerencias de juego y de aventura

Pilar Bonet

Con una invitación a ser "más internacionales" y a "pensar, planificar y actuar en categorías globales", el canciller federal Gerhard Schröder dio ayer luz verde para el comienzo de la Expo 2000 en una velada de gala en Hannover, a la que seguirá hoy la inauguración oficial para los ciudadanos de a pie, bajo los auspicios del presidente federal, Johannes Rau. La impresión inicial es que la primera Expo alemana desde que comenzó esta serie de eventos en Londres en 1851 parece más dominada por la pedagogía y la responsabilidad que por el juego y la aventura.

La policía alemana registró ayer un campamento de militantes contrarios a la exposición, ante la sospecha de que allí se organizaba algún tipo de actividad delictiva contra el evento.La invitación de Schröder, que antes de ser canciller residió en Hannover como jefe del Gobierno de la Baja Sajonia, iba especialmente a sus compatriotas alemanes, a los que pidió "eliminar los miedos" y a "abrirse más al prójimo", a la convivencia y al aprendizaje mutuo.

El mensaje no era sólo protocolario, ya que la Expo refleja el deseo de los alemanes de dar una buena imagen. Un deseo que se superpone a las interpretaciones oficiales del lema central: "Humanidad, naturaleza y tecnología: el surgimiento de un nuevo mundo". Hannover presenta variaciones sobre la idea del desarrollo sostenible. "55 años después del fin de la II Guerra Mundial y 10 años después de la unificación, nuestro país puede demostrar que está abierto al mundo y que es hospitalario", dijo el canciller.

La necesidad de quedar bien con los visitantes penetra el conjunto diseñado por Albert Speer, el arquitecto jefe de la Expo, hijo del arquitecto jefe y ministro de Armamento de Adolf Hitler del mismo nombre. Una gran plaza con columnas es la columna vertebral del conjunto (pabellones nacionales y algunos de empresas), en el recinto de la Feria Industrial.

Arbitrariedad

El pabellón alemán es un edificio funcional de metal y vidrio, cuyo arquitecto, Josef Wund, ha tenido en cuenta el pasado como contrapunto. "Ligereza, transparencia y apertura" son las características de este edificio que quiere distanciarse de la "rígida actitud prusiana del pasado alemán" y ser "una continuación de la tradición democrática con medios arquitectónicos".

El edificio alberga las delegaciones de los 16 estados federados alemanes y una sección con figuras de escayola representativas de la historia alemana. Entre ellas no está Goethe, pero sí un tal Dr. Motte, que es el organizador del Love Parade de Berlín, y la tenista Steffi Graff o la ecologista alemana Petra Kelly. La arbitrariedad de la selección es intencionada y responde al deseo de mostrar que también los alemanes pueden ser imprevisibles. Goethe, sin embargo, no se queda fuera de la Expo, porque a él está dedicada una función-monstruo del Fausto que durará dos días, dirigida por Peter Stein: uno de los platos fuertes del programa cultural, que tiene también una interesante sección musical y que está diversificado en distintos lugares de Alemania. En él hay pequeñas joyas como la reapertura de la casa de comerciantes de Lübeck que sirvió a Thomas Mann para situar su novela Los Buddenbrook.

El vídeo de presentación alemán, que pretende mostrar una sociedad plural y multicultural, ha producido impresiones contrapuestas: algunos piensan que es un reflejo "demasiado idealizado" de una realidad mucho más dura.

La Expo, en la que participan 180 países y de la que está ausente EEUU, ha servido para mejorar la infraestructura de una amplia zona del centro de Alemania.

Los alemanes imponen su normativa de construcción

Los retrasos en las obras no han afectado a la inaguración, pero han causado tensiones entre comisarios nacionales y organizadores alemanes. Uno de los obstáculos han sido las exigencias del prüfingenieur (ingeniero inspector de obras), con poder absoluto a la hora de montar un pabellón. Los alemanes han obligado a adaptar la construcción a sus normas y han prescindido de las internacionales, dice el comisario español Pablo Bravo. Según Bravo, los comisarios plantearon más de una vez que las exigencias alemanas encarecían los pabellones. En el de España, el prüfingenieur obligó a cambiar el proyecto de los arquitectos sevillanos Antoni Cruz y Antonio Ortiz, y a construir cuatro zapatas para fijar la estructura, pese a que estaba planeado para sostenerse sin cimientos. Las zapatas suponen 160 metros cúbicos de hormigón, cuyos costes de construcción y demolición se acumulan al inicial de 5.000 millones de pesetas. Aún ayer, el ingeniero jefe del pabellón, Carlos Santos, temía que el especialista en cristales de la Expo apareciera para probar la resistencia de los vidrios de seguridad de la barandilla de la escalera de acceso al pabellón.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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