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La feria arranca con la esperanza de olvidar las feroces pugnas por las listas de ventas

Los duques de Palma formaron una pequeña biblioteca durante una protocolaria apertura

La 59ª edición de la Feria del Libro de Madrid arrancó ayer con una nueva muestra de ese protocolo clónico que suele presidir el evento. La banda de la Policía Municipal atacando los acordes de polkas y pasodobles, la gente en las aceras del paseo de Coches del Retiro tratando de ver a las fuerzas vivas, las fuerzas vivas apelotonadas ante la cinta rojigualda de rigor y, enseguida, los duques de Palma llegando puntuales a la cita para tirar de tijeras, cortar la cinta y empezar un largo y lento paseíllo por las casetas.Este año hay 466 quioscos, los mismos que en 1999, pero cierto cambio de tendencia parece adivinarse en el horizonte, que este año se cierra el 11 de junio. La idea de los responsables de la feria, que cuenta con 250 millones de presupuesto (divividos entre patrocinios privados, participantes y Caja Madrid), y de los editores y libreros es potenciar las actividades culturales, los debates, las apariciones públicas de los autores.

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Se trata de acabar con la polémica, bastante absurda, de las listas de autores más vendidos, que ha enfrentado estos últimos años a unas editoriales con otras. A veces, con sincera virulencia.

Ayer, todo el mundo abogaba por una mejora del sistema de toma de datos de las casetas, que en 1998 fue considerada por muchos como muy deficiente o directamente manipulada. Jesús García Sánchez, responsable de la distribuidora Visor, uno de los provocadores de aquel gran escándalo, advirtió ayer que si no le parecen bien las listas que realice la consultora Random volverá a denunciarlo y habilitará su propio método de medición.

Otros, como Juan González, director general de Ediciones del Grupo Santillana, prefirieron mirar hacia adelante: "Las listas son una competición absurda, que crean una tensión innecesaria. Lo que hace falta son actividades y debates que acerquen a los lectores a los autores. La feria debe ser una fiesta, no una salvaje competición de caballos que dure 15 días".

Otras editoriales, como Espasa Calpe, se han manifestado también partidarias de favorecer la parte más amable y menos competitiva, y la estructura dirigente de la feria, que ha sufrido algunos cambios, parece incidir en esa dirección. Antonio Albarrán, nuevo director adjunto, sustituirá el año que viene a Jesús García Bayón, que ha dirigido la feria durante 20 años con el mérito indudable de haber puesto muy alto el nivel de popularidad.

De momento, la jornada de ayer transcurrió entre grandes dosis de protocolo, enorme despliegue policial, obvias declaraciones oficiales de buena voluntad y, ya por la tarde, las primeras firmas de autores. Noah Gordon, autor del best seller El judío errante (Ediciones B), abrió el fuego de los encuentros con el pueblo lector, en los que también participó, por ejemplo, Clara Sánchez, premio Alfaguara con Últimas noticias del paraíso.

El paseo de los duques de Palma por el recinto del paseo de Coches del Retiro fue democrática y políticamente correcto. Todo estaba programado y el recorrido, que duró una hora y veinte minutos, mezcló las editoriales institucionales, las de los grandes grupos y algunas pequeñas librerías.

Acompañados por el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano; el director general del Libro, Fernando de Lanzas; el secretario de Estado para el Deporte, José Antonio Gómez Angulo (el de Cultura estaba en Valencia con las medallas), y un amplio séquito de asistentes, guardaespaldas y niños espontáneos de entre 10 y 12 años (uno intentó sobornar a un policía con un bocata para que le dejara acercarse), la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín visitaron, entre otras, las casetas del Ayuntamiento de Madrid, Madritel, el Principado de Asturias, Aviraneta (primera compra: El diccionario de los sentimientos, de Marina), Santillana, La Tienda Verde, Torremozas, la Uned, el Ministerio de Educación, Ediciones B, la ONCE, la Casa del Libro y el Ayuntamiento de Valladolid. Entre unas y otras, los duques recibieron libros suficientes para llenar un par de estanterías. Entre los géneros, un poco de novela (Vargas Llosa, Pérez-Reverte, Edwards, Marsé...), alguna cosa de paisajes, ensayo (Jon Juaristi) y libros de ayuda para señoras embarazadas.

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