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Ana María Matute vuelve a los cuentos de hadas con 'Aranmanoth' La escritora catalana asegura que "vivir es perder cosas"

Amelia Castilla

Ana María Matute (Barcelona, 1926) vive ajena a la expectación que provoca su trabajo literario. Ayer, en la presentación de Aranmanoth (Espasa), su nueva novela, prefirió enfrentarse a las preguntas de los casi cincuenta periodistas sin introducción previa. "Me lanzo y me pierdo en el bosque", aseguró para justificar su timidez. Con Aranmanoth repite cuento de hadas : "Cada libro manda un lenguaje y obedece a un deseo o una preocupación del autor, y éste necesitaba el tiempo de la Edad Media", aseguró.

Cuatro años después de la publicación de Olvidado rey Gudú, del que se han vendido casi medio millón de ejemplares, la magia, la princesa bella y el bosque ocupan las casi 200 páginas de la nueva novela de la escritora. Con un traje de chaqueta negro, su melena blanca y la fuerza que da estar en la literatura desde los 17 años, Matute aseguró que entró en la narrativa con los cuentos de hadas y que la mayoría estaban situados en la Edad Media. "En esa época convivían los sentimientos más delicados y la crueldad", recalcó la autora de Los hijos muertos.Aranmanoth (mes de las espigas en el calendario de Carlo Magno) narra la vida de un muchacho, hijo del señor de Lines y de un hada del agua, que lucha por encontrar su sitio en un mundo al que no pertenece del todo. Aranmanoth conoce el dolor y la muerte cuando descubre su amor por Windumanoth (mes de las vendimias). La autora no negó que en esta novela hay un fondo de tristeza importante. "La vida no es un camino de rosas. Soy una persona vital y con sentido del humor, pero conozco muy bien lo que es la tristeza". La vida, según la escritora, es perder cosas y a medida que avanza la civilización se dejan más cosas en el camino.

Aranmanoth, como otras novelas suyas, es fruto de la necesidad de la autora por contar una historia. "Tienes tus demonios familiares y tus obsesiones y, a partir de ahí, tienes una idea que te obsesiona o que quieres recuperar, y eso se va larvando dentro de ti. Luego le tienes que dar carne. ¿Por qué eliges una cosa y no otra? es un misterio, no acabo de entender las cosas que me rodean". Una vez dentro de ese proceso creativo no piensa en el lector. Sólo en el libro en que está escribiendo. "Los libros no existen sin los lectores, pero eso llega después". Matute ha contado en más de una ocasión que cuando era niña decidió que sería escritora para vengarse de las personas mayores. "Aún existen las personas mayores y todavía me quiero vengar".

Matute, que ha obtenido premios como el de la Crítica o el Nacional de Literatura, explicó también que los críticos tildaron de realistas sus primeras obras, pero que ella no sabe lo que es realismo. Su idea es que lo mágico forma parte de las personas. "No conozco a nadie que no tenga sueños, memoria o imaginación, y eso pertenece a la realidad; lo que ocurre es que cuando era joven eso no se llevaba y, pese a que soy una francotiradora, no fue hasta más tarde que me atreví a escribir sobre el mundo mágico que llevo dentro de mí desde que era niña".

El fin de la inocencia

El paso del tiempo ha dejado su huella también en su literatura. Matute reconoció que escribir es muy difícil y que esa dificultad se acrecienta a medida que se pierde la inocencia y el escritor se hace más responsable. Ahora que le faltan dos meses para cumplir 75 años, la autora considera que en todo este tiempo se ha pervertido.

"Tengo una visión de la vida y de las personas mucho más escéptica ", aclaró la autora de Primera memoria, que es miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1996.

No quiso opinar la escritora sobre la literatura en Internet. "Desconozco ese mundo, ¡que pereza!", exclamó la escritora, que sigue utilizando una máquina de escribir eléctrica. Pese a no navegar, Matute defendió todo lo que sirva como vehículo de la literatura. La escritora, que ya prepara una nueva novela en la que no habrá ni hadas ni trasgos, confesó que, de momento, piensa dedicar largos ratos a hacer algo que le encanta: "Nada".

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