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La primera sobredosis

Los sanitarios de la sala de venopunción atendieron ayer su primer caso de sobredosis. Pero el consumo de la droga no se había producido en la narcosala, sino en un descampado situado a un kilómetro, en pleno corazón de Las Barranquillas (Vallecas Villa).El afectado, un hombre de unos 30 años, se había pinchado 2.000 pesetas de heroína (cerca de un cuarto de gramo) junto a la entrada del poblado. Como llevaba tiempo fumando caballo sin inyectárselo, la dosis le hizo daño.Cuando fue a levantarse sintió un mareo y otro de los tres toxicómanos que consumían con él lo levantó y le agarró del brazo para evitar que se quedase quieto, pero no pudo evitar que se desvaneciese. Varios testigos de lo que sucedía avisaron a un equipo de Médicos del Mundo y a los sanitarios de la sala de venopunción que se encontraban allí haciendo trabajo de calle.

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La narcosala cobra vida

El hombre fue trasladado a la narcosala, donde permaneció en observación hasta mejorar. Precisamente, una de las misiones de esta sala de inyección es vigilar para que los drogodependientes que se pinchan en ella no sufran sobredosis y evitar consumos de riesgo, como inyectarse en el cuello o los genitales. Disponen de un equipo de resucitación médica y de una furgoneta para traslados urgentes.

El equipo recorre el poblado para darse a conocer a los toxicómanos, por lo cual es previsible que se tope con numerosas situaciones como la de ayer.

A Las Barranquillas acuden toxicómanos con niveles aceptables de higiene y cuidados, pero por este poblado también deambulan drogodependientes muy deteriorados, sin hogar y con problemas de salud física y mental.

Esas personas, que sienten que tienen poco que perder, son capaces de emplear jeringuillas usadas, diluir las drogas en agua sucia o inyectarse en lugares infectos. Llegar a ellos y evitar que dañen más su destrozada salud es uno de los principales objetivos de la narcosala.

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