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La narcosala cobra vida

La palabra narcosala forma ya parte de la jerga de los miles de toxicómanos que acuden cada día a pillar heroína y cocaína al poblado marginal madrileño de Las Barranquillas (Vallecas). Hasta las nueve de la noche de ayer, 52 drogodependientes -entre ellos, ocho mujeres- habían utilizado este centro, preparado para atender a 150 usuarios diarios, en su primera jornada de funcionamiento.De ellos, 21 se pincharon su dosis en una de las 10 cabinas habilitadas para ese fin, 19 fueron a solicitar información sobre programas de desintoxicación o de metadona y otros 12 acudieron a por jeringuillas nuevas o papel de plata para fumar chinos de cocaína y heroína. Inexplicablemente, entre las seis de la tarde y las nueve de la noche sólo fueron dos personas, pese a que a esas horas se intensifica la venta de droga.

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La primera sobredosis

El primero en utilizar la narcosala fue un hombre de unos 30 años que acudió a las 9.30 con el propósito de inyectarse su dosis de caballo en una de las 10 cabinas habilitadas para ese fin.

Raúl fue a primera hora de la tarde. En realidad, este cacereño de 33 años tenía pensado chutarse su dosis de heroína como siempre -en cualquier recoveco del poblado-, utilizando los paquetitos de jeringuillas nuevas, agua destilada y toallitas desinfectantes que regalan varios equipos sanitarios y ONG que acuden al asentamiento. Pero, cuando iba a hacerlo, otro heroinómano sentado junto a él cayó desvanecido y tuvo que ser trasladado a la unidad de venopunción para recibir asistencia médica por los propios trabajadores del recinto que recorren el poblado. Raúl le acompañó y aprovechó el viaje.

"El trato es muy guay y he aprovechado para analizar la droga que llevaba y ver si de verdad me habían vendido caballo", explica este hombre con 17 años de chutes (inyecciones) a sus espaldas. No le debió de parecer mal el invento, ya que poco tiempo después volvía, esta vez con una dosis de cocaína. "Estoy harto de esta vida y tendría que desintoxicarme, pero me da mucho miedo el mono", asegura este drogodependiente que vive en las calles de Madrid.

También Carlos, de 37 años, se acercó a la sala de venopunción para intercambiar jeringuillas y echar un vistazo. "La idea puede ser buena, pero lo que no es normal es que instalen esta sala en la zona del poblado donde menos trapicheo hay. ¿Es que piensan que alguien que está deseando ponerse va a andar un kilómetro para llegar a la narcosala? No creo que vuelva", asegura este heroinómano, que entraría en un programa de metadona (sustitutivo de la heroína gratuito y bajo control médico) si no hubiera lista de espera.

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En el epicentro de Las Barranquillas, Ángel se pincha una papelina de heroína y cocaína en medio de un descampado. "Algo he oído de la narcosala y me parece bien, pero hoy no voy a ir, porque he venido en una cunda y me da miedo que me dejen tirado si me entretengo", explica este carpintero de 37 años que cada mediodía cambia la gubia por una aguja hipodérmica.

Vicente, de 43 años, y Antonio, de 33, ven el proyecto como algo ajeno. "Nos fumamos chinos de heroína en el coche, así que no sé si nos va a resultar muy útil ese servicio", explican. A su lado, Juan Carlos, de 27 años, muestra más interés. "Llevo nueve años pinchándome y ya me han dado varias sobredosis en plena calle, así que creo que sí me acercaré a la narcosala", asegura este joven que cada día viaja de Ocaña (Toledo) a Madrid en autobús para conseguir drogas.

Al desolador paisaje de este polvoriento y sórdido poblado chabolista se han incorporado unos nuevos personajes vestidos de verde: una veintena de médicos, educadores y trabajadores sociales del Dispositivo Asistencial de Venopunción (Dave).

Su objetivo es ofrecer atención sociosanitaria y un espacio higiénico donde consumir drogas a los toxicómanos más desarraigados que ahora se pinchan en lugares insalubres. Pretenden acercar a la red asistencial a estas personas alejadas de ella.

Trabajo no les va a faltar, ya que cada día unos 4.000 toxicómanos acuden a este poblado. Ayer mismo, pocas horas antes de la apertura de la narcosala, la droga se cobró una nueva víctima en Las Barranquillas, informa Juan Francés. José Modesto M. H., de 40 años, falleció por una sobredosis de heroína, según la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Otros toxicómanos hallaron su cuerpo de madrugada en el interior de una furgoneta con publicidad de una empresa dedicada al alfombrado de suelo. Por otro lado, la policía detuvo el martes en Las Barranquillas a un matrimonio que supuestamente se dedicaba al tráfico de droga. Le incautaron 800 gramos de heroína y 34 de cocaína.

La narcosala es un prefabricado de 200 metros que abre todos los días de nueve de la mañana a nueve de la noche. En ella, los toxicómanos pueden efectuar un análisis cualitativo, no cuantitativo, de la droga adquirida. Es decir, logran saber, por ejemplo, si lo que se van a pinchar es heroína, pero no su grado de pureza.

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