La pestilencia que no cesa
Los vecinos de Les Masies de Voltregà (Osona) temen como nunca la llegada del buen tiempo. El motivo es la presencia en el municipio de una planta de tratamiento de purines (residuos porcinos) inaugurada hace un año y que desde entonces no ha parado de emitir un olor fétido que se apodera del ambiente. "Como de excrementos quemados", dice un vecino. Los días con anticiclón y viento en calma empeoran las cosas hasta el límite de obligar a mantener cerradas las ventanas.Los ruidos son un capítulo aparte y van desde un zumbido permanente de procedencia desconocida hasta los pitidos de los camiones de gas natural que día y noche llevan combustible a la planta y avisan de su llegada con tres o cuatro bocinazos sostenidos.
La movilización social que han provocado los continuos desajustes de la planta obligó a la Generalitat a intervenir el pasado mes de marzo y dar un plazo de tres meses a la empresa propietaria, Guascor, para resolver sus problemas de funcionamiento.
A cuatro semanas de que expire el plazo, nada indica que los problemas puedan resolverse en breve. En una reunión entre la empresa y el consejo comarcal, Guascor ha reconocido que no podrá tener resuelto el problema el 17 de junio por cuestiones de suministro de material. Tanto los ganaderos que llevan sus purines a la planta como los vecinos de la zona dudan que la Generalitat o el consejo comarcal se atrevan a cerrarla.
El gerente del consejo, Jaume Portús, mantiene "ciertas esperanzas" de que cese el mal olor y la planta pueda empezar a tratar purines al ritmo previsto. Actualmente entran en la planta una cuarta parte de los residuos porcinos que la empresa se comprometió a tratar. Los ganaderos han advertido: "Si las instituciones no actúan, tendremos que hacerlo nosotros".
El principal problema ahora recae sobre la segunda planta de tratamiento de purines que Guascor está acabando de construir en Osona con el visto bueno de la Generalitat y el consejo comarcal. A pesar de ello, aún no se sabe cuándo será inaugurada, puesto que utiliza el mismo sistema que la fallida planta de Les Masies de Voltregà.
A pesar de su total inactividad, esta instalación, situada en Santa Maria de Corcó, ya ha generado las primeras quejas entre los propietarios de las fincas colindantes. Cinco de ellos han presentado un contencioso al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y piden que todas las licencias que se han concedido a la planta, empezando por el permiso de obras, sean invalidadas.
Uno de los vecinos más quejosos con esta segunda planta es Joan Mas, propietario de un cámping situado a 200 metros escasos de las instalaciones de la empresa Guascor. El gran impacto visual que provoca la planta de tratamiento y los malos olores y los ruidos que pueden llegar cuando se inaugure ya han ahuyentado a una docena de familias que tenían previsto pasar sus vacaciones de verano en el cámping, como venían haciendo los últimos años. "Cuando comiencen los malos olores aquí no quedará nadie. Me van a arruinar", asegura el propietario del complejo turístico. "Mis clientes vienen aquí huyendo de la ciudad, no para encontrarse con este monstruo", dice en referencia al volumen de la planta de tratamiento. Por el momento ha anunciado una movilización en la que se incluirá el corte de carreteras.
El abogado de Mas confía en que la justicia impedirá la apertura de la planta, puesto que "no existen medidas capaces de evitar la propagación del mal olor y los ruidos". Además el letrado teme que toda la actividad turística de los alrededores, empezando por el recientemente restaurado monasterio de Sant Pere de Casserres, "se irán al garete" cuando se ponga en marcha la planta de tratamiento.
Las intenciones de fondo de los propietarios de las plantas generan aún más desconfianza entre los vecinos, ganaderos y ecologistas. Las instalaciones de tratamiento de purines, que son plantas de cogeneración, producen energía eléctrica y reciben una prima en concepto de eficiencia energética. Por tanto, los propietarios de la planta de purines cobran a los ganaderos por tratar los residuos de sus granjas, venden electricidad y también cobran la mencionada prima.
En opinión de los ecologistas del Grup de Defensa del Ter, "el negocio es redondo, pero insostenible", puesto que para tratar el purín y producir energía las plantas gastan diariamente el equivalente a unas 6.000 bombonas de butano. Además creen que el tratamiento de purines es una simple "tapadera" que les permite hacer un gran negocio con la venta de kilovatios. Por ello exigen que la planta de Les Masies de Voltregà deje de producir y vender energía eléctrica mientras no esté en condiciones de tratar purín. De momento parece que no lo han hecho. "El ruido de las turbinas los delata", asegura un vecino de la zona.
Contaminación porcina
El último censo porcino de Cataluña, correspondiente al pasado mes de agosto, cifra el número de cerdos engordados en granjas catalanas en 5.922.727, lo que supone un nuevo máximo histórico en el sector. En 12 años, la cabaña ha aumentado un 12%, pero el crecimiento se ha concentrado en determinadas comarcas, sin que se hayan adoptado las medidas necesarias para afrontar la contaminación que producen los purines.Según el director general de Energía de la Generalitat, Albert Mitjà, el tratamiento del actual excedente de purines exigirá una inversión de 45.000 millones de pesetas en los próximos cuatro años. Como solución, Mitjà ha anunciado que en ese periodo se construirán "entre 15 y 20 plantas de tratamiento", que se añadirán a las dos que existen ahora.
El llano de Lleida y las comarcas del Gironès, el Pla de l'Estany y Osona son las zonas donde más ha crecido la cabaña porcina. Osona tiene 828.000 animales.
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