La muerte del editor Mario Lacruz provoca una honda desolación en el mundo de las letras El ex director de Seix Barral preparaba la reedición de su obra y una nueva novela
Mario Lacruz tenía una novela entre manos. Una novela que había dejado en un cajón hace un montón de años. Ahora estaba retocándola. Trata de la guerra civil a través de los ojos de un niño. "Creo que lo mejor de esta novela es el equilibrio que logra entre el lenguaje de un niño y la visión de un adulto", explicó ayer su hijo Max. Mil días en la montaña era el primer título que había pensado. Luego se decidió por otro, aunque no estaba animado del todo: Sinfonía inacabada. Premonitorio.Esta novela debía ser -esperemos que será- la guinda de la reedición de su obra breve, pero reveladora, a tener en cuenta. Prepara el lanzamiento la editorial Debate: El inocente, que ganó el primer y único Premio Simenon en España; La tarde (1955), que obtuvo el Premio Ciudad de Barcelona, y El ayudante del verdugo (1971), una mirada satírica al mundo de los negocios de las papeleras y del libro, que plantea al mismo tiempo un conflicto entre generaciones. Y un libro de relatos que sacó en 1955 en la colección Pulga de Plaza, en la época de Germán Plaza.
Casi dos años después de su jubilación en la editorial Seix Barral, Mario Lacruz estaba "absolutamente ilusionado" con la reedición de sus libros, explicó Constantino Bértolo, de Debate, y muy animado a seguir escribiendo.
Un caballero
Era un caballero, un hombre discreto que prefirió anteponer el éxito de sus autores al suyo propio. "Mario Lacruz tenía las dos virtudes necesarias para ser un buen editor: era un buen lector, que se complementaba por el hecho de ser un buen escritor, y era un buen conocedor de la sociedad en que trabajaba y vivía. Además tenía unas cualidades poco comunes y especialmente valiosas en un mundo propenso al alardeo", dijo ayer Enrique Murillo, asesor de Planeta. "Era modesto, era cumplidor y era serio, probablemente uno de los últimos de su estirpe. En lo últimos años estaba algo cansado y era corriente que en el medio editorial, y también en la prensa, se le criticase por su poca afición al marketing y a la promoción. Lo que pasa es que, en el mundo editorial, todos olvidamos fácilmente. Por ejemplo, hemos olvidado que Mario Lacruz tuvo la mejor idea de marketing de los últimos años, una idea que permitió a algunos escritores españoles vivir de su oficio".
Murillo se refirió con estas palabras a la etapa de Lacruz en la editorial Argos Vergara, en la que lanzó la campaña. Las cuatro estaciones: en primavera publicaba un libro con un considerable descuento, a precio muy popular, y otro en verano, otro en otoño y otro en invierno. Así salieron y se promocionaron obras de Jesús Fernández Santos, de Francisco Umbral o de Alfredo Bryce Echenique, por ejemplo. Cuando dejó Argos Vergara y se fue a Seix Barral, uno de los primeros libros que publicó fue La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa.
Uno de sus hijos recordaba ayer que Mario Lacruz editó alrededor de 5.000 títulos, de algunos de los cuales "se sentía muy orgulloso".
Mario descubrió a los españoles El perfume, de Patrick Suskind. También editó a Susanna Tamaro. Su Adonde el corazón nos lleve significó una extraordinaria inyección económica para Seix Barral. Fue él quien publicó en España a Donna Leon, una escritora aún no muy conocida, pero ya bien apreciada entre los aficionados al género negro. Y fue él quien repescó a Jakob Arjouni, un espléndido escritor turco-alemán editado por la todopoderosa editorial Diógenes y cuyos primeros libros llegaron a España de la modesta y combativa Virus.
Quizá Mario se cansó de la competitividad del mercado y de la promoción de los libros, pero su olfato para saber lo que vale la pena publicar no falló nunca.
Juan Cruz, ex director de Alfaguara y director de comunicación de Santillana, explicó una anécdota muy reveladora: "Mario era muy serio, muy firme y muy profesional. Procuraba basar su profesionalidad en el carácter tradicional de la edición, sacar adelante a un escritor sin necesidad de anticipos ni nada de eso. De él recibí una llamada de reproche: si los colegas más jóvenes seguíamos así, íbamos a crear un ambiente poco favorable en la edición".
Mario Lacruz publicó La verdad del caso Savolta, de Eduardo Mendoza, y Beatus ille, de Antonio Muñoz Molina, y a Julio Llamazares cuando nadie daba dos duros por él, y a tantos otros.
Se ha muerto un editor muy profesional y discreto, como dijo ayer su hijo Max; se ha muerto "un francotirador de las letras".
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