El timo de las fuerzas de paz en África
El presidente Laurent Kabila de Congo ha accedido por fin a aceptar 5.500 soldados de las fuerzas de paz de Naciones Unidas. En Sierra Leona hay ya unos 8.700 soldados de Naciones Unidas, pero ese número va a aumentar a 11.000. No es necesario ser un africanista famoso para notar la desproporción. Sierra Leona es uno de los países más pequeños de África, con 71.450 kilómetros cuadrados [un poco menor que Castilla-La Mancha] y, además, la lucha siempre ha estado limitada principalmente a las zonas ricas en diamantes, mucho más reducidas, y a Freetown, la capital. En Sierra Leona, la guerrilla rebelde de Foday Sankoh se distinguió por la mutilación de civiles como táctica deliberada de terror, pero, por lo demás, es poco impresionante: consta en su mayor parte de unos 3.000 adolescentes con rifles, unas cuantas ametralladoras y un par de morteros. En cambio, Congo es un enorme país de 2,33 millones de kilómetros cuadrados, 32 veces el tamaño de Sierra Leona. Y lo que es más significativo, es ahora escenario de una extensa guerra entre el débil Ejército estatal, tres grupos rebeldes diferentes, diversas milicias locales (incluida una cuyos tótemes religiosos son artículos de fontanería occidentales), y las tropas expedicionarias de seis países africanos, incluido el Zimbabue de Mugabe, que no están ahí en misión de Naciones Unidas, sino para arrebatar las minas de diamantes y oro a Kabila o explotarlas en colaboración con él. Ésa, por cierto, es la única razón por la que Kabila ha rechazado durante mucho tiempo la intervención de Naciones Unidas: se está beneficiando personalmente del saqueo del país.Pero la comparación geográfica no debería llevar a ninguna conclusión. Lo que ha sucedido hasta el momento no sugiere que Congo deba tener 32 o 64 veces más tropas de paz de Naciones Unidas, sino que la intervención de la ONU en Sierra Leona ha sido un fracaso tan deprimente que cualquier intento de repetición en Congo es realmente absurdo.
Los soldados kenianos y guineanos enviados para desarmar a los adolescentes de Sankoh acabaron equipándolos, porque se dejaron desarmar sin luchar. Y ahora, varios soldados zambianos se han dejado capturar - de nuevo sin resistencia- y los rebeldes los están manteniendo como rehenes, junto con 92 funcionarios y militares de Naciones Unidas. Incluso antes de estos episodios, las fuerzas de paz de la ONU no consiguieron establecer la paz. Superan enormemente en número a los rebeldes, pero, a pesar de ello, no ocuparon la zona rica en diamantes para estropearles el negocio a los rebeldes, no les obligaron a permanecer en los campos de desarme asignados, y ni siquiera intentaron desarmar a los hombres de Sankoh en las inmediaciones de Freetown. Éstos siguen pavoneándose a plena vista, aterrorizando aldeas donde recientemente cortaron manos y pies de adultos y niños por igual -así es como su jefe, Foday Sankoh, se convirtió en lo que es conforme al acuerdo de paz alcanzado: el excelentísimo ministro de Recursos Naturales.
La razón de esta patética actuación no es un misterio. Aunque las tropas de paz de Naciones Unidas son tan caras como cualquier otro soldado para los contribuyentes, aunque parecen soldados con sus uniformes y armas, no funcionan como soldados, porque no están dispuestos a luchar, ni siquiera en defensa propia. Casi todas las unidades africanas de la ONU en Sierra Leona están, por supuesto, mal adiestradas y peor dirigidas, a pesar de que no debería requerir mucho adiestramiento o liderazgo el tratar con los matones de Sankoh, también escasamente adiestrados y habitualmente borrachos, drogados o ambas cosas. Pero incluso las unidades mejores de India y Pakistán son inútiles bajo las normas de combate de Naciones Unidas. Nada se puede conseguir dando vueltas y patrullando exclusivamente para lucirse. En cambio, muchos menos de 8.700 verdaderos soldados, por no hablar de los 11.000 planeados, podrían pacificar Sierra Leona con rapidez, ocupando las principales minas de diamantes, deteniendo a los compradores extranjeros de piedras preciosas que financian a Sankoh, y, por supuesto, matando a cualquier rebelde al que vean con armas, en desafío del acuerdo de paz, en cualquier parte, empezando por los guardaespaldas de Sankoh, en la propia Freetown.
Pero, naturalmente, esto plantea una cuestión. Si el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, el general Henry H. Shelton, comparece personalmente para garantizar que los soldados estadounidenses destinados al campamento de Bonesteel, en Kosovo (36 millones de dólares, muchas comodidades materiales), no corren peligro si se los utiliza para controlar disturbios (se arrojaron botellas); si compareció antes de la guerra de Kosovo para asegurar que no se pondría en peligro a los soldados estadounidenses con una guerra terrestre, durante la guerra, para garantizar que las tripulaciones de los 48 helicópteros Apache no correrían peligro por volar en misiones de combate, y después de la guerra, para garantizar que los soldados estadounidenses no correrían peligro al patrullar su sector, ¿dónde podría la ONU encontrar "verdaderos" soldados?
Edward N. Luttwak es miembro directivo del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.
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