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Islas de intolerancia

Andrés Ortega

La inmigración se está convirtiendo rápidamente para Europa occidental en una necesidad económica y en un problema sociopolítico. A esto último contribuye el que muchas de las derechas en la UE se estén viendo sociológicamente contaminadas por el racismo y la xenofobia, y unas demandas de cerrar las fronteras externas de la UE. ¡Como si se pudiera! ¿Estamos ante la haiderización de una derecha y centro otrora moderados? En todo caso, la cuestión de la inmigración puede estarse convirtiendo en uno de los factores de diferencia entre izquierda y derecha, aunque esa diferencia sea a menudo que la derecha está en contra de la inmigración y la izquierda carezca de una política clara al respecto.Así, la contrainmigración ha sido el eje del candidato, derrotado pero segundo, de los conservadores británicos a la alcaldía de Londres, Steve Norris. El líder de los tories, el inefable William Hague, ha echado aceite al fuego, al clamar contra la "inundación" de solicitantes de asilo en el Reino Unido. Su partido se está convirtiendo día a día en una formación racista, xenófoba, y, por supuesto, anti europea.

Tales posiciones pueden contaminar la postura centrista del Nuevo Laborismo de Blair, que, pese a la derrota en Londres por la izquierda, prefiere no descubrir su flanco de la derecha. Ante la presión del aumento de las demandas de asilo, derivado fundamentalmente de la guerra de Kosovo, y la agitación de una influyente prensa amarilla, el Gobierno está endureciendo el sistema de una forma "dura pero justa", según el titular de Interior, Jack Straw, creando zonas de agrupamiento, impidiendo la contratación de los asilados hasta concedida la residencia.

En Alemania, el debate sobre la inmigración se ha disparado tras la sugerencia del Gobierno de Schröder de importar a unos 20.000 técnicos informáticos de India para cubrir las necesidades existentes. La nueva presidenta de la democracia cristiana (CDU), Angela Merkel, aboga a favor de una "inmigración ordenada". Jürgen Rutters, candidato de la CDU a las elecciones de Renania del Norte-Westfalia, que se celebran el próximo domingo y que constituyen la primera prueba de fuego para esta formación tras la solución de su reciente crisis, empezó su campaña pidiendo "niños en vez de indios" -Kinder satt Inder-, es decir, más natalidad antes que más inmigración, aunque posteriormente suavizara algo su posición.

En este sombrío panorama, la palma se la lleva Berlusconi, quien, aliado con los independentistas de la Liga del Norte, ha propuesto un referéndum para reforzar las leyes contra la inmigración, con numerus clausus de inmigrantes, expulsión inmediata de los sin papeles que no podrán regresar al país en diez años, el fin del reagrupamiento familiar automático y la autorización a la Marina para abrir fuego contra las embarcaciones de inmigrantes ilegales.

Frente a estas posiciones, la izquierda francesa, a iniciativa de Los Verdes, ha planteado dar el voto en las municipales a los inmigrantes no comunitarios. Aunque tal medida no tiene posibilidades de prosperar ni en el Senado ni ante el presidente de la República, al menos obliga a debatir la situación de la inmigración. Algo de lo que ya había empezado a ocuparse el ministro del Interior, Jean Pierre Chevènement, al lanzar una consulta con organizaciones representativas sobre cómo organizar "el Islam en Francia".

En España se ha creado una delegación del Gobierno para la inmigración. Su importancia lo merecía, aunque al depender de Interior tendrá un sesgo más policial que social. Hay que estar a la espera de cuáles serán las propuestas del Gobierno para cambiar la Ley de Extranjería. Se verá entonces si por ese lado se pretende compensar lo que de centrismo tiene el abierto apoyo al Estado del bienestar y a la sanidad pública. Pero sigue faltando una política común (aunque no sea única) de inmigración en Europa. Como señala Daniel Vernet, no hay un espacio europeo de inmigración, y ésta se ve como un peligro para las identidades y culturas nacionales.

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