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Tribuna
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Gigantes

Venía hace unos días en el periódico una de esas noticias que le ponen a uno a cavilar. Resulta que una empresa canadiense pretende criar en sus piscifactorías -para su comercialización, por descontado- salmones transgénicos. La modificación genética que introducirán permitirá que los peces se desarrollen 10 veces más de prisa, de forma que alcancen a los 18 meses de edad un tamaño cinco veces mayor que el de los salmones que remontan con no poco esfuerzo los ríos del norte. El negocio está asegurado, aunque uno tiene sus dudas sobre la calidad que tendrá la carne de tales especímenes. Pero no es esa la única duda. La voz de alarma ha sido dada de inmediato tanto por los criadores tradicionales de salmón como por los ecologistas, que ya han acuñado el término Frankenfish (pez Frankenstein) para designar a estos nuevos peces. Porque, aunque la empresa promotora de estos salmones genéticamente modificados asegura que serán infértiles, unos y otros consideran que es imposible garantizar que no se reproducirán. ¿Qué pasará si se escapan y empiezan a diseminarse y multiplicarse por los mares y ríos de todo el planeta? La polémica de los transgénicos, que hasta ahora se había limitado al campo de la agricultura, entra así de lleno en una nueva dimensión. Estamos a punto de empezar a criar nuevas especies de animales. Y con consecuencias desconocidas. Por ejemplo, ¿qué pasaría si, por razones comerciales, a alguien se le ocurre, vaya usted a saber para qué, criar mosquitos gigantes y luego esos insectos escapan a su control? Imagínense las picaduras que sufriríamos tanto los humanos como el ganado. También se le podría ocurrir a un ganadero crear ovejas más grandes, pongamos que del tamaño de una vaca, incluso mayores, para obtener así más lana. Si escapan al control, acaban con todo el verde del planeta antes de que lo consiga el hombre por sus propios medios. Imagínense hormigas transgénicas del tamaño de un cerdo, billones de ellas. Se nos comerían a todos en cuestión de días. Y es que los avances de la ciencia producen a veces auténtico pavor, sobre todo cuando son susceptibles de ser aprovechados con fines comerciales.

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