Aperitivo de consagración

Un pequeño batallón de talentos y personalidades rodeó a Clara Sánchez en el día de su consagración literaria. Hubo gente del libro, del cine, del teatro, de la edición, de la política. El salón de actos del edificio del Grupo Santillana, en la zona de Arturo Soria de Madrid, se quedó pequeño para escuchar las confesiones de Sánchez, para aplaudirla, para acompañarla en ese momento de felicidad completa que desmiente lo que su literatura siempre ha querido desmentir: ¿Que no hay esperanza, que no quedan sueños, que todo es tecnología, frialdad de acero, televisión, dinero? Pues aquí están los sueños de una escritora vocacional, que escribe para mejorar el mundo, para dar aliento a los perdedores, para sacar del anonimato a los seres grises, para extraer de ellos lo mejor... Sus mejores sueños hechos realidad, y de un plumazo.Con ella había otros sueños, soñadores y fabricantes de sueños (aparte de copas surtidas y canapés abundantes). Estaba Marcos Giralt Torrente, que ya cumplió varios sueños hace meses con el Premio Herralde. O Icíar Bollaín, miembro del jurado, guapa como nunca y cineasta múltiple. A un lado, una nutrida representación latinoamericana, formada por los escritores chilenos Arturo Fontaine, Gonzalo Contreras, César Franz y Jaime Collyer, y el ecuatoriano Javier Vásconez.

Desperdigados o juntos, se reunió un amplio grupo de los autores que publican en Alfaguara: Juan José Millás, José María Guelbenzu, Luis Mateo Díez, Benjamín Prado, Rosa Montero, J. J. Armas Marcelo, Gonzalo Suárez, Nuria Barrios, Enriqueta Antolín, Juan Eduardo Zúñiga...

Pero no faltaban autores de otras editoriales, como Soledad Puértolas, Josefina Aldecoa, Eduardo Chamorro, Jesús Ferrero, Paula Izquierdo, Manuel Hidalgo, Manuel Rico, Víctor Márquez Reviriego, Ana Rossetti, Guillermo Padilla...

Corrillos, conversaciones a medias, abrazos con palmadas, colas para felicitar a la ganadora, colas para coger las primeras cervezas y las tortillas, y mucha gente. Uno de los temas serios que surgió repetidamente fue el del futuro editorial. Polanco conversó largamente con Fernando R. Lafuente, director del Instituto Cervantes, y Fernando de Lanzas, director general del Libro, para llegar a la conclusión de que los editores, por norma, se quejan de que la edición va mal y de que se lee poco, pero que la realidad es distinta: va mucho mejor de lo que muchos dicen. Se esperan grandes cambios, eso sí: el mundo digital va a revitalizar a las empresas, las va a hacer cambiar, y el proceso de concentración parece imparable.

El mundo del cine también se concentró en masa. Estaban Sancho Gracia, seductor, fumador y guaperas como siempre; su inolvidable compinche en Curro Jiménez Álvaro de Luna; el director José Luis Borau; los tertulianos de La 2 Antonio Gimémez Rico y Eduardo Torres Dulce; los productores Elías Querejeta y Andrés Vicente Gómez; tal vez el más elegante de la mañana era el actor Juan Luis Galiardo, más alto y locuaz que nunca, que contó que anda tratando de convencer a Rafael Azcona para que le escriba una obra de teatro.

La tele se sumó al evento con, entre otros, Concha García Campoy y marido (Lorenzo Díaz); Fernando Schwartz, sin su Máximo Pradera habitual, pero con nueva novela muy avanzada, y José María Calleja, jefe de debates de CNN +.

Hubo también una muestra de gentes de la edición: Silvia Martín (institución de Espasa, a la que se unió al final su marido, el actor Pepe Martín); Juan Cabrera (de SM), Jorge Delkáder (nuevo editor de Santillana), Felicidad Orquín (ahora en la Fundación Ruipérez), Francisco Pérez González, Manolo Rodríguez Rivero (ex director de Alfaguara)...

Entre los sin grupo, los había de varias procedencias: el neurólogo Alberto Portera; el consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, Gustavo Villapalos; el concejal socialista Fernando Morán; el humorista Forges, el traductor Ramón Irigoyen; el físico Cayetano López; el corresponsal alemán Walter Aubrich; la jurista Isabel Auger...

Mientras tanto, la protagonista del día no dejaba de saludar, de dar entrevistas, de agradecer el premio. Ahora le espera lo más duro, pero también lo más apasionante: un largo mes de gira por América Latina que empieza el 5 de junio, cuando acabe la Feria del Libro de Madrid, y que terminará en México a principios de julio. Es sólo la primera fase de una exhaustiva etapa de promoción, que ya vivieron años atrás Eliseo Alberto y Sergio Ramírez (la pareja ganadora del primer Alfaguara, que acabó su periplo declarando que se sentían gemelos), y Manuel Vicent, ganador del Alfaguara 99, cuya tarea culmina con el rodaje de la película Son de mar, adaptación de su novela que dirige Bigas Luna y adapta Azcona.

Una de las más felices del día, aunque contenida en su alegría, era Isabel de Polanco, que estaba encantada de que el premio haya recaído en una mujer. Pero quizá la más convencida del éxito de Últimas noticias del paraíso sea Amaya Elezcano, la directora literaria de Alfaguara, que ya ha publicado antes otras dos novelas de la autora: El misterio de todos los días y Desde el mirador.