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Del mal uso de las urnas

Andrés Ortega

La democracia no son sólo las urnas, aunque el voto es su punto indispensable. Pero el mal uso de las urnas puede acabar resultando no democrático. Hay numerosos ejemplos de ello, de estas democracias imperfectas. Se ha visto en Moscú, donde Putin llegó al poder tras un golpe palaciego para luego ratificarse en las urnas. Lo acabamos de ver en Perú, en el fraude preparado por Fujimori, en la primera vuelta de las presidenciales, tras una campaña en la que la oposición vio negado el acceso a los medios de comunicación públicos, tras haber logrado meses antes el presidente y su círculo de poder el crucial control del poder judicial, y de la junta electoral nacional. Probablemente, Fujimori buscaba ganar por mayoría absoluta en la primera ronda, y sólo se detuvo ante el escándalo, nacional e internacional, que se estaba generando. Los resultados se pararon al borde de la mayoría absoluta, con un increíble 49,84%. Claro que, así, Fujimori no ha quedado en mala posición de cara a consumar su acto en la segunda vuelta. Un mínimo toque de fraude suplementario permitiría presentar una victoria con un simple traspaso de menos de un 1% del 10% de los votos que han ido a terceros candidatos. ¿Acaso va a retroceder sobre los votos que ha admitido haber logrado en la primera vuelta?En Venezuela, Hugo Chávez, populista en ese grado extremo que es el caudillismo que también cultiva el peruano, ha aprendido bien el truco. "La clave del plan", como la llama el politólogo venezolano Humberto Njaim -discípulo en aquellas tierras del que fuera maestro español Manuel García Pelayo-, consiste simplemente en adaptarse a los requisitos de la globalización: "El requisito globalizador de que los cambios políticos en un país sean aceptables si son democráticos se satisface si se realiza el mayor número posible de elecciones en el menor tiempo disponible antes de que se agote la popularidad del líder. Al final del proceso, el mundo estupefacto presenciará una sociedad donde se ha perdido la libertad, pero donde se habrán cumplido los ritos formales de la democracia", más aún, cabe añadir con una Constitución a su medida, guante que también se buscó Fujimori tras su autogolpe.

Lo del requisito globalizador -la relación entre globalización y democracia- se puede apreciar en los datos que ofrece Freedom House, una ONG estadounidense que hace un seguimiento del progreso de la democracia en el mundo. Según Freedom House, la democracia ha progresado sobremanera. 119 de los 192 Estados del mundo son contabilizados como democracias, que representan un 58,2% de la población mundial, si bien sólo 85 de ellos cuentan como plenas democracias liberales, es decir, Estados de derecho que respetan los derechos humanos. Justamente Freedom House, en un reciente informe, recogía como uno de los cinco retrocesos en la libertad en 1999 la llegada al poder de Chávez, descrita como "una grave contrariedad para la democracia en América Latina". Allí, añadía entre otras cosas, Chávez ha creado un "Gobierno paralelo de compinches militares", y "se ha establecido como modelo para futuros demagogos". A la vez, el rating democrático de Perú, según estos baremos, ha ido deteriorándose.

Claro que la diferencia entre la dictadura y la democracia imperfecta es que ésta, con un grado de pluralismo, puede permitir que al final la utilización de las urnas acabe volviéndose en contra de quien las usa. En Venezuela, a Chávez, bajo presión de acusaciones de corrupción -¡él que llegó para barrer la anterior!-, y no habiendo satisfecho, pese al alza en los precios del petróleo, las expectativas de los más desfavorecidos, que son legión en Venezuela, le ha aparecido un rival, otro antiguo golpista, pero aparentemente más sensato, Francisco Arias, que también cuenta con apoyos entre las fuerzas armadas. Y en Perú tampoco puede descartarse que acabe ganando las presidenciales Alejandro Toledo, si la comunidad internacional se vuelca en el control de la limpieza de los comicios.

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