La ONU cifra en siete millones los afectados por el desastre nuclear de Chernóbil Un informe señala que los 11.000 casos de cáncer de tiroides se dispararán en pocos años
Siete millones de personas, entre ellas tres millones de niños, han resultado damnificadas desde que el 26 de abril de 1986 se produjo en Chernóbil (Ucrania) el peor accidente nuclear civil de la historia, en el que la radiactividad alcanzó niveles 100 veces más altos que tras el estallido de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Un informe de la ONU, dado a conocer ayer, dibuja un panorama devastador: la contaminación abrasó un área de 155.000 kilómetros cuadrados en Ucrania, Bielorrusia y Rusia. Y los 11.000 casos de cáncer de tiroides registrados pueden dispararse.
El informe Chernóbil, una catástrofe continua señala que un 70% de la radiactividad afectó Bielorrusia y abrasó 6.000 kilómetros cuadrados de suelo cultivable. Unos 109.000 bielorrusos padecen aún secuelas de la radiación recibida durante y después de la catástrofe.En Ucrania, unos 3,5 millones de personas -incluidos 1,5 millones de niños- se han visto afectados. 73.000 ciudadanos han sido declarados inválidos de por vida. La contaminación alcanza los 50.000 kilómetros cuadrados.
En Rusia 2,5 millones de personas han sufrido las consecuencias, en 57.000 kilómetros cuadrados. 1,8 millones de personas -300.000 niños- viven todavía en zona contaminada, y 50.000 en áreas de extremo riesgo.
Unas 250.000 personas han tenido que ser evacuadas en los tres países, y 90.000 en los 30 kilómetros de radio en torno a la central.
Niños y bebés
En el aspecto sanitario, no ha cesado de aumentar el cáncer de tiroides, causado por las enormes emisiones de yodo radiactivo. Pero los 11.000 enfermos declarados pueden ser sólo el principio de una gran catástrofe, puesto que ese tipo de cáncer tarda años en desarrollarse: la población más vulnerable en el momento del accidente, los entonces niños y bebés, pueden empezar, 14 años después, a desarrollar tumores, y ya se han detectado muchos casos de anemia o retraso mental. Las previsiones iniciales indicaban que la máxima incidencia se produciría alrededor del año 2006 y que podría llegar a los 6.600 casos. La realidad, ya, es mucho peor.
"Imposible fijar una fecha en la que Chernóbil pueda olvidarse", declaró ayer un portavoz del Ministerio de Sanidad de Ucrania. "La humanidad seguirá sufriendo mil años las consecuencias de esta tragedia". Ucrania no lo ha superado. Es más, la situación heredada de la catástrofe se ha ido deteriorando y sus consecuencias médicas, sociales, económicas, psicológicas y medioambientales aún no pueden cuantificarse, porque el proceso no se ha detenido.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, dice en el prólogo del informe que es importante tomar medidas preventivas para evitar tragedias parecidas, y hace un llamamiento para que se cumplan las promesas de 1997, cuando la comunidad internacional preparó un programa de reconstrucción del área, con 60 líneas asistenciales y de desarrollo social. Hoy, sólo 9 de estas iniciativas han podido salir adelante, y del dinero prometido -14.500 millones de pesetas- apenas han llegado 240 millones a las arcas de Naciones Unidas.
Por ello, el informe mantiene que es posible ayudar a equilibrar las trágicas consecuencias de la catástrofe. "La mejor razón para ayudar a estas gentes", dicen los autores del informe, "es que son fáciles de ayudar. Ellos mismos son los primeros en apoyarse. Su nivel educativo es de los más altos en el mundo, muchos son trabajadores cualificados, y las infraestructuras están intactas".
No obstante, la conclusión del informe es que la situación sanitaria es tan grave que un 3% de las ayudas financieras prometidas internacionalmente en 1997 a Ucrania para compensarla por el cierre definitivo de Chernóbil deben destinarse a fines humanitarios. La ONU insta también a desarrollar usos alternativos del suelo contaminado, como sembrar plantas que puedan servir de combustible.
Los problemas más graves, según los expertos de la ONU, son los psicosociales, y se necesitan centros de rehabilitación personal y campañas para minimizar los riesgos sanitarios asociados a la radiactividad y para ayudar a tomar precauciones sencillas y eficaces: la rehabilitación es sobre todo necesaria para los llamados liquidadores, es decir los trabajadores que limpiaron la central siniestrada: fueron unos 600.000, 28 de los cuales tuvieron muertes dolorosas y lentas tres meses después del accidente; miles de los supervivientes arrastran aún consecuencias físicas -por ejemplo, sólo en Rusia, 46.000 inválidos- y también psíquicas.
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