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Canarias ofrece a Marruecos un parque eólico para que no construya una nuclear El Gobierno regional teme que la central, a 200 kilómetros de las islas, contamine sus costas

El proyecto de Marruecos de construir una central nuclear para potabilizar el agua en Tan Tan, a 200 kilómetros de Canarias, ha obligado al Gobierno del archipiélago a ofrecer a Rabat, como alternativa, un parque eólico de tecnología canaria que lleve acoplada una planta desalinizadora. Grupos ecologistas, asociaciones vecinales y la propia patronal se han movilizado en Canarias ante el posible riesgo que representaría la nuclear marroquí, cuya contaminación sería arrastrada a las islas por las corrientes marinas y los vientos dominantes.

El pasado 30 de marzo una delegación, encabezada por Lorenzo Suárez, Consejero de Industria del Gobierno de Canarias y cinco ingenieros del ITC, Instituto Tecnológico Canario (ITC), junto con otros cinco expertos, se desplazó a Tan Tan para conocer sobre el terreno el lugar donde podría ubicarse la instalación de energía renovable ofrecida por Canarias. Según Suárez, dentro de un mes se entregará el proyecto técnico a las autoridades marroquíes y en cuanto éstas le den el visto bueno, el presidente canario, Román Rodríguez, viajará a Marruecos para firmar el protocolo.La financiación se llevará a cabo con Fondos de Ayuda al Desarrollo del Estado, en colaboración con el Gobierno de Canarias. Desde el pasado octubre, el responsable canario de Industria ha mantenido seis reuniones sobre el tema con altos cargos marroquíes.

Turismo verde

En la visita a Tan Tan, población de unos 12.000 habitantes, los representantes de la ciudad confirmaron su inclinación por una energía limpia compatible con un turismo verde, comenta Suárez. "El área cuenta con unos valores medio ambientales óptimos para viajes de aventura, pesca o naturaleza, pero para ello es necesaria una pequeña infraestructura y sobre todo solucionar el problema de abastecimiento de agua potable", añade.

Los acuíferos de la zona están sobreexplotados y la población bebe un agua salina de muy mala calidad, de 1,8 gramos por litro, señala uno de los técnicos del ITC. La desalinizadora con apoyo eólico de seis turbinas propuesta por los técnicos canarios facilitaría a la población 4.000 metros cúbicos de agua al día, y se garantizaría una calidad 0,4 gramos por litro hasta el año 2010, cuando pasaría a ser de 0,7 gramos por litro.

La inversión será mucho más barata que la nuclear, asegura Suárez y explica que el precio por metro cúbico de agua "será de aproximadamente 100 pesetas, mientras que el promovido por energía atómica costaría más de 125 pesetas, sin contar la elevada factura que generan los residuos radiactivos".

Uno de los padres de las energías renovables en Canarias, Roque Calero, catedrático de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Las Palmas y director del Centro de Investigación en Energía y Agua del ITC, no ve razón por la que Marruecos pudiera rechazar la oferta canaria, ya que todo son ventajas: en costes, medio ambiente y salud.

En Greenpeace, Carlos Bravo, responsable de la campaña antinuclear canaria, señala que la noticia de que Marruecos apuesta por una desalinizadora promovida por energías limpias "habrá que celebrarla por todo lo alto".

Bravo considera que instalar una nuclear para potabilizar agua es absurdo. "No existe ninguna desalinizadora activada por energía nuclear en el mundo", dice. "Se instaló una en Kazajistán en 1979 y se cerró en 1989, porque, entre otras cosas, era un disparate económico". El experto considera que la central sería un pretexto para nuclearizar Marruecos.

Tecnología en retroceso, pero transferible al Sur

La energía nuclear está en franco retroceso en todo el mundo. En España el PSOE e Izquierda Unida apuestan por el cierre de todas las centrales en el 2015, empezando en el 2000 con Zorita y Garoña. Sin embargo, el PP mantiene la continuidad del programa nuclear, aunque no existe ninguna propuesta de construir nuevas plantas en territorio español.

Según fuentes de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, entre los países desarrollados que han decidido prescindir de esta energía figuran Dinamarca, Nueva Zelanda, Australia, Noruega, e Italia y Austria; estos dos últimos, tras sendos referendos en 1987.

La mayoría de Estados con plantas nucleares tienen establecida una moratoria sobre la construcción de nuevas centrales. En Estados Unidos no se instala ningún reactor desde hace más de 25 años y, de los 15 miembros de la Unión Europea, hay siete países que no tienen centrales nucleares; el resto tampoco cuenta con ningún reactor en construcción, ni con planes para desarrollos futuros de esa tecnología.

Suecia dio recientemente el primer paso en su programa de abandono de la energía nuclear, al cerrar uno de sus 12 reactores. En Alemania existe un pacto de gobierno entre socialdemócratas y verdes para cerrar las existentes, aunque el plazo todavía está por determinar.

En realidad, puede decirse que, salvo Japón (con proyectos cada vez más ralentizados, envuelto el país en una grave crisis de confianza después del accidente radiactivo de Tokai Mura), la industria nuclear sólo mantiene centrales nucleares en construcción activa en un pequeño puñado de países del Este europeo como Rumania o Eslovaquia, pero incluso esos proyectos no se encuentran exentos de una amplia gama de problemas tecnológicos y dificultades financieras.

La central marroquí sería de fabricación china, con una potencia de 10 megavatios.

De ahí que Carlos Bravo, de Greenpeace, afirme que "los países ricos no quieren más centrales nucleares, porque son demasiado caras y peligrosas". La industria buscanuevos mercados, afirma Bravo. "Tanto el grupo francés Framatome, primer constructor mundial, como el alemán Siemens, recientemente unificados, presionan a Marruecos con el objetivo de dar salida a sus nuevos reactores", asegura el ecologista.

En Greenpeace Internacional estudian emprender una campaña sobre este tema y comprobar si existe un proyecto para llevar a cabo una central nuclear de 600 megavatios de tecnología francoalemana entre las ciudades de Essauira y Safi, en la costa marroquí, en un área de alta inestabilidad sísmica en la que, en 1960, tuvo lugar el violento terremoto que sepultó la antigua ciudad de Agadir.

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