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Una exposición recorre el mundo con los signos de las obsesiones de Luis Buñuel El Instituto Cervantes presenta en Toulouse una doble muestra y un libro crucial

Claridad y sencillez, amor al genio y afán didáctico, formato plegable y reducido para facilitar la itinerancia (dará la vuelta al mundo) y mucho tiempo y cariño puestos en la selección de imágenes, objetos (pocos) y textos propios y ajenos. Ésta es la fórmula que convierte la pequeña (pero gigantesca a la vez) exposición Buñuel 100 años, es peligroso asomarse al interior en un placentero paseo por el retrato fiel y absolutamente fresco del cineasta de Calanda. La muestra se inauguró ayer en el Instituto Cervantes de Toulouse ante admiradores, estudiantes y expertos, entre ellos, el redactor jefe de Cahiers du Cinéma y miembros de la comunidad de veteranos anarquistas españoles.

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Buñuel 100 años, es peligroso asomarse al interior repasa la vida, el tiempo, los secretos, la obra y las obsesiones más graciosas y turbias del genio. ¿Obsesiones, dice usted? ¿Secretos? Ahí van unos cuantos, mezclados: el tambor de Calanda que solía tocar (no tiene sangre); el pasaporte de la República, lleno de tampones y salvoconductos; el sombrero salacot que usó en varios rodajes mexicanos; todos los premios; los cientos de prótesis y muslos de verdad que sacó en sus películas; la abigarrada fauna arácnida, ovina y/o invertebrada que nunca dejó de retratar; los mejores planos de voyeur de ventana indiscreta; las cenas burguesas y las de los mendigos; las más diversas carencias físicas, desde la enanez a la cojera pasando por el tullido muñonero y la paranoia; todos los ligueros y las medias y los zapatitos y los piececillos desnudos; las manazas que se meten en las bocas o las que tienen vida propia y cortan ojos; el arsenal de armas blancas y de fuego que filmó y que guardó en sus múltiples casas; la agenda telefónica sin números pero con todos los nombres de los amigos muertos, perfectamente ordenados alfabéticamente (objeto personal); las miradas a través de la mirilla; las manzanas mondas y lirondas; los pianos burgueses, escenarios de ruina, destrucción y muerte; las cajas de Pandora y si no las de costura, "para que los críticos tengan algo de qué hablar"; las bodas y los ritos; las cruces y los hábitos y las mitras... La serena pero inquietante ciudad de Toulouse abrió ayer la gira mundial de esta exposición, que en realidad son dos. El apartado Su obra y su tiempo se expone en el Cervantes hasta el día 30 (en mayo va al Cervantes de París); el otro, Obsesiones, ocupa desde el 1 el foyer de la Cinemathèque de Toulouse (después irá al Pompidou para acompañar una retrospectiva). Ambas viajarán luego por el mundo más de un año, como espejos complementarios: austeridad, grandeza y espíritu agitador para recuperar la esencia más genuina, subversiva y anárquica del autor de Los olvidados.

Quizá para abrir boca a tanto homenaje, o por simple azar o pura paranoia, lo cierto es que Toulouse se parecía mucho ayer a una película de Buñuel. Primero una taxista belle de jour, vestida con minifalda, medias blancas de rejilla y tacones de aguja (y deneuvianamente hosca de carácter); luego, un clochard que parece salido de la última cena de Viridiana pide monedas con una gran sartén y acepta un mendrugo si no hay dinero...

Todo un aperitivo para disfrutar de la apariencia gamberra, rigurosa y gráficamente muy rica de las dos exposiciones simultáneas y el catálogo bilingüe del Cervantes en colaboración con el Pompidou (que distribuirá el libro en Francia), la Filmoteca Española y la Cinemathèque de Toulouse.

El libro resume en 350 páginas la idea de los comisarios de la exposición, Enrique Camacho y Manuel Rodríguez Blanco. Diseñado por Andrés Mengs, añade a las muestras gráficas los testimonios de personajes imprescindibles para entender la compleja inteligencia de Buñuel: un texto de Max Aub, otro de Octavio Paz, entrevistas con sus hijos, Rafael y Juan Luis, sus actores Paco Rabal y Piccoli, sus colegas Bardem, Berlanga y Saura, sus amigos Barros y Carrière...

Una completa filmografía cierra el recorrido biográfico y artístico, que aporta los datos esenciales. Dividida en ocho etapas, Su obra y su tiempo se exhibe en 30 grandes paneles en tela cálida gris, con gran profusión de fotos (algunas del Archivo Buñuel, otras de los herederos, muchas arrancadas por Camacho y Rodríguez en colecciones particulares) y textos breves salidos de Mi último suspiro, la autobiografía del cineasta, y de la de su mujer, Jeanne Rucar, Memorias de una mujer sin piano).

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