Miles de chilenos salen a la calle en Santiago para pedir el juicio al ex dictador División en el Gobierno por los fastos organizados por el Ejército para recibir a Pinochet
Al día siguiente de la demostración de fuerza en Chile de los militares y de las huestes pinochetistas, los opositores al regreso de Augusto Pinochet salieron a la calle en masa. Miles de manifestantes confluyeron ayer frente al palacio de La Moneda, en pleno centro de Santiago, para pedir el juicio al exdictador, en la mayor movilización contra el general desde su detención en Londres hace casi 17 meses. Además de protestas callejeras, la bienvenida dispensada al exdictador por la cúpula del Ejército chileno ha provocado una importante fisura en el Gobierno de la Concertación.
"Tenemos que crear un gran movimiento nacional para juzgar a Pinochet", dijo a los más de 6.000 concentrados Viviana Díaz, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos. Hubo varios gestos simbólicos frente al mismo palacio que hace 27 años fue bombardeado por orden de Pinochet. Las enormes banderas chilenas desplegadas en la plaza fueron bajadas a media asta por los manifestantes, un grupo de mujeres desplegó una pancarta con una lista interminable de nombres de mujeres asesinadas en la dictadura, fotos del presidente derrocado Salvador Allende... Y, sobre todo, un grito que fue un clamor constante mientras duró la concentración: "¡Juicio a Pinochet!". Ayer mismo se registró en Chile la querella número 61 contra el exdictador. La policía tenía órdenes estrictas de no intervenir en una plaza que suele estar vedada a las manifestaciones multitudinarias. Pero ayer no era una jornada cualquiera, ya que los pinochetistas habían podido vitorear al dictador sin ningún problema. Al final de la concentración, reducidos grupos de manifestantes se enfrentaron con la policía.Las organizaciones de derechos humanos, patrocinadores de la protesta, anuncian un gran encuentro de repudio a Pinochet para el próximo día 18 en el Estadio Nacional de Santiago, el mismo que los militares golpistas convirtieron en un masivo centro de detención y tortura tras el golpe de Estado. "Esperamos reunir 60.000 personas", aseguraba con optimismo Mireya Díaz, de la agrupación de víctimas.
Diputados del Partido Socialista (PS) y la Democracia Cristiana (DC) participaron en la manifestación. Lo ocurrido el día anterior con el regreso de Pinochet estaba en boca de todos. Isabel Allende, parlamentaria socialista e hija del presidente derrocado, puso de manifiesto la división en las filas de la coalición gubernamental (Concertación) entre democristianos y socialistas. Pidió cuentas a las Fuerzas Armadas y anunció que el grupo parlamentario del PS ha enviado un oficio al ministro de Defensa, Edmundo Pérez Yoma (DC), para que explique "quién autorizó que los comandantes en jefe de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas acudieran al aeropuerto a rendir honores a quien está acusado de crímenes contra la humanidad". Allende subrayó que, en las actuales circunstancias, "sólo nos queda confiar en el presidente Ricardo Lagos", que asumirá el cargo día 11.
En el centro de la escena
El presidente electo ha dicho que hará un tremendo esfuerzo para demostrar que Chile es un país democrático y que las Fuerzas Armadas se someten al poder político. Lagos accederá a la presidencia de la República con la figura de Pinochet instalada de nuevo en el centro de la actualidad política chilena, lo que configura uno de los peores escenarios para el próximo jefe de Estado. Es más, nadie en Chile está en condiciones de negar que el senador Pinochet es capaz de comparecer el sábado próximo en la sede del Congreso, en Valparaíso, para la ceremonia de traspaso de mando de Eduardo Frei a Ricardo Lagos.
Sobre el recibimiento dado al exdictador por el Ejército, el abogado de derechos humanos Héctor Salazar recordaba que la imagen de Pinochet en una silla de ruedas, rodeado de oficiales y soldados en uniforme de camuflaje y fuertemente armados era "un mensaje nítido a los jueces: Pinochet es intocable".
En sus últimos días, el Gobierno saliente ha quedado en una posición muy incómoda y ha exhibido una debilidad preocupante ante la arrogancia de los militares, que no accedieron a las recomendaciones del presidente Frei de bajar el perfil de los fastos de bienvenida. Ello ha provocado serias fricciones entre los aliados de la Concertación. Mientras Frei (DC) no hacía declaraciones, Lagos (PS) criticaba la organización del evento; mientras el ministro del Interior, Raúl Troncoso (DC), calificaba de "mesurada" la recepción, el ministro secretario general de la Presidencia, José Miguel Insulza (PS), consideraba inconveniente la interpretación de marchas militares que recordaban el III Reich.
El ministro de Asuntos Exteriores, Juan Gabriel Valdés, calificó la ceremonia de vergüenza e irresponsabilidad que "va a generar más problemas a la imagen de Chile ya suficientemente deteriorada". Dijo que es una situación "que requiere una corrección inmediata" por parte de las máximas autoridades del Gobierno, en concreto, el presidente y el ministro de Defensa.
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