_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los nuevos (re)conquistadores M. Á. BASTENIER

En un aspecto, al menos, parece verdad que España va bien, aunque ello tenga mucho más que ver con los últimos veinte años que con los ultimísimos cuatro. Desde los tiempos de Carlos III, que España no inquietaba a nadie, e incluso su reinado fue sólo un modesto paréntesis en la decadencia. España había parecido durante siglos a los amos del mundo (anglosajones, con esporádicas apariciones francesas) pintoresca, racial, reserva antropológica, salvaje, soleada, barata y, ya en la época paleodemocrática, nueva, fresca y atónitamente europea. Pero nunca inquietante.En este fin de los años noventa, grandes medios de comunicación en lengua inglesa, Time, Washington Post, Financial Times, Wall Street Journal y The Economist, entre otros, han venido publicando extensas informaciones, reportajes, análisis o artículos de inusitado aliento histórico sobre el pasado y el presente de América Latina y España. Y con una unanimidad que lo dice todo del ingenio de sus autores, esos textos juegan siempre con la idea de los "nuevos conquistadores", y "la nueva reconquista", para titular digresiones varias sobre la vuelta de los españoles a América con la presunta intención de hacer de nuevo suyo el mundo hispanohablante. Pero esta vez no como en el siglo XVI con la espada y la cruz, sino enarbolando el talonario de inversiones y el conocimiento de los expertos.

En todos esos escritos hay, además, elementos invariablemente comunes que revelan el inamovible saber que sólo se adquiere en la infancia: "La despiadada crueldad" de la conquista española, y la "avidez de oro de los conquistadores". (Nota bene: el oro se agotó a los pocos años de la rapiña, por lo que más cabe hablar de plata, quizá 50.000 toneladas, según Chaunu, exportadas a Europa en tres siglos, contra unos cientos de kilos de metal aurífero).

El corolario de todo lo anterior, más o menos explícito, es el de que la fabricación de América en versión española había sido una operación fracasada, a diferencia de la anglohablante, que hoy señorea la tierra. Por esa razón, los naturales de aquel continente mezclados con el criollismo de origen español habían rechazado naturalmente cualquier contacto más allá de lo puramente folclórico con la España poscolonial, y se sentían plenamente realizados, en cambio, primero con la colonización económica de los británicos, sobre todo en el siglo XIX, y luego, con la norteamericana, política y económica, que llega hasta la más rigurosa actualidad del patio trasero.

Y, casi de repente, parece como si se trastornara el orden natural de las cosas, y la Carmen de España y no la de Merimée, los rústicos interlocutores de Jorge Borrow, y hasta las entrañables caricaturas de Gerald Brennan, deciden que ha llegado el momento de competir. A estos españoles es que se les da la mano, celebrando lo pulcramente que se han adaptado a la democracia, y se toman el brazo.

Lo interesante de todo ello es que, digan A o B en torno a la conquista, sobre lo que entrar en polémica patriótica correspondería a la España de Franco, hay anglosajones que se muestran irritados, sorprendidos y confusos. La historia ya había emitido su veredicto y la hispanidad sólo podía ser materia prima de tedéums y no de Internet.

François Mitterrand, que murió habiendo alcanzado un conocimiento apreciable de España, le dijo en los años ochenta al novelista Michel del Castillo: "¡Ah, señor Del Castillo, si nosotros tuviéramos, como ustedes los españoles, América Latina!". El presidente francés hizo a España más elogio del que se merecía, pero apuntaba a algo verosímil. Los españoles, excuso decirlo, no poseen América Latina; Estados Unidos la tiene mucho más. Pero, en cualquier caso, serán los latinoamericanos los que decidan si les conviene o no esa pretendida, imposible e indeseable reconquista. Incluido Chile, con o sin Pinochet.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

No hay mejor medida del éxito que la inquietud ajena. Y de igual forma que visto desde China todo parece indicar que existe la comunidad política europea, también puede ser verdad que exista una incipiente comunidad de intereses materiales transatlánticos entre España y América Latina. Cuando ya nadie puede ser colonia de nadie.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_