369 días esperando a Enrique
El pasado mes de noviembre, Inés López decía que tenía fuerzas, que aguantaría todo lo necesario hasta recuperar a Enrique, su marido, de 67 años, con el que ha compartido 40 años de vida y que ahora, desde hace 369 días, está secuestrado. Ayer, esta madrileña de 64 años no mostraba la misma entereza. "Ya no sé qué pensar, no sé si está muerto, ya no tengo fuerzas. Mire, nosotros [Inés y sus tres hijos] también llevamos secuestrados un año, esto es una locura". El tiempo ha pasado lento, muy lento para Inés, que apenas sale de su casa en la ciudad de Barquisimeto, en el Estado venezolano de Lara. "Estamos muy solitos, no tenemos a nadie y ya no tenemos platica [dinero] para sobrevivir. Lo poco que teníamos estaba a nombre de Enrique y mis hijas [Ana Catalina, de 31 años, y Karina, de 33] están sin trabajo, el hijo [Enrique, de 25 años] ha repetido el último año de carrera, porque no tenemos la cabeza en este mundo". "Mi madre no sale, está todo el día viendo noticias, pegada al teléfono, sumida en eso...", cuenta Ana, que lleva el peso de los contactos públicos y con los gobiernos venezolano y español.
Durante más de 20 años la familia López López vivió tranquila en Venezuela, pero el sueño americano se redujo a la subsistencia. Hasta el 11 de febrero de 1999. Ese día se llevaron a Enrique, natural de Monforte de Lemos (Lugo), del centro comercial Santiago Plaza de Barquisimeto, donde trabajaba como maestro de obras para una constructora de otro gallego. Al principio la incertidumbre, pero después la certeza de que está en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
"Las pruebas son muchas", insiste Ana Catalina, porque al principio había dudas: el secuestro no se produjo en la frontera, sino en Barquisimeto, ciudad situada en el interior de Venezuela, y López Franjo no era conocido por su poder económico. "Lo secuestraron melandros [delincuentes comunes] venezolanos y se lo vendieron a las FARC pensando que se habían llevado a su jefe, que también es gallego, español".
Dos meses después del secuestro se produjo la primera llamada de los supuestos captores. Fue el 2 de abril del pasado año y las instrucciones fueron claras: "Hay 15 días para negociar". Querían que Ana viajara a Puerto Lleras, una pequeña localidad colombiana fronteriza con Venezuela. "Tenía que ir vestida de blanco y llevar un sombrero -recuerda Ana-, pero cómo iba a ir si no tenemos dinero".
El hombre que llamó dijo que era de las FARC, pero la confirmación definitiva llegó cuando la revista colombiana Semana publicó las conversaciones entre dos jefes guerrilleros captadas por el espionaje militar. El comandante Rafael, del Frente 10 de las FARC, le habla al comandante Grannobles, hermano del poderoso guerrillero Mono Jojoi: "Secuestraron a Enrique López Franco (sic), un industrial español de Barquisimeto, se va a pedir por él 1.000 millones de bolívares [unos 250 millones de pesetas]". Y Grannobles responde: "Estoy de acuerdo, pero mejor pedir 1.000 millones de pesos colombianos [86 millones]".
"Que vengan aquí, a Barquisimeto, y que vean que no tenemos nada". La desesperación de Inés López es tan grande como el perverso plan que su hija Ana cree que se esconde tras la insistente petición de que ella viaje a Puerto Lleras. "Ellos saben que lo poco que tenemos está a nombre de mi padre y, ya que no es millonario, quieren recuperar lo que llaman los gastos operativos", explica, "es posible que quieran retenerme a mí, para que mi padre pueda sacar lo que tiene en el banco".
Así, la novena y última vez que los secuestradores llamaron, el pasado 8 de octubre, les dijeron que Ana no viajaría. Desde entonces, el teléfono no ha vuelto a ponerlos en contacto. Ya no quedan más puertas a las que acudir. Inés y sus tres hijos han visto como el resto de españoles secuestrados en Colombia han sido liberados (el último, Santiago López, el pasado 19 de diciembre). Y sólo piensan en una cosa: "Si es que está vivo, cómo puede estar el pobrecito, caminando todo el día en esa selva, con 67 años, ¿cómo le pueden hacer esto?", Inés destila cansancio y pide que no se les olvide. "Nosotros no le vamos a dejar solito a él, no nos dejen solitos ustedes".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.