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Mantener la población de osos pardos cuesta 200 millones al año Los ecologistas denuncian el escaso rendimiento del programa

Las autoridades españolas han gastado en los últimos 10 años 2.000 millones de pesetas en proyectos de conservación del oso pardo, sin conseguir una mejora significativa de su situación. En total, 25 millones por cada uno de los 80 ejemplares existentes. Según Theo Oberhuber, de Ecologistas en Acción, esta falta de éxito podría deberse a que en las administraciones locales "existe escasa voluntad y se hacen pocos esfuerzos" para conseguir que la población de plantígrados aumente.

Oberhuber se lamenta de que se haya gastado el dinero en hacer "muy interesantes estudios genéticos, tras los que luego no se han tomado medidas concretas", ya que los ayuntamientos de la zona "anteponen otros intereses a los de la conservación de la fauna". Roberto Hartasánchez, presidente del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), coincide en las críticas: "Somos los mejores especialistas en cacas de oso del mundo", afirma, "pero en 15 años no hemos conseguido que su población aumente".Los plantígrados españoles están repartidos en tres grupos: 6 o 7 osos se encuentran en el Pirineo leridano; 20 en la cornisa cantábrica central (entre León, Palencia y Cantabria); y 50 ejemplares en el interior de Asturias (los únicos con posibilidades de prosperar sin ayudas, según los naturalistas).

Precisamente en este último grupo se dio la primera baja reconocida del año. El Fapas denunció el jueves que daba por definitivamente perdido un osezno en el Parque Natural de Somiedo (Asturias). Según los ecologistas, la muerte del animal debió de producirse entre el 16 de septiembre y el 6 de octubre de 1999, "coincidiendo con el comienzo de la temporada de caza del jabalí en el parque".

La Consejería de Medio Ambiente de Asturias reconoce esa pérdida, pero no cree que haya relación con las batidas. "El índice de mortalidad de crías de oso es del 40% en sus primeros dos años de vida", y "sólo existe una coincidencia temporal" entre la desaparición de la cría y las partidas de caza, explicó un portavoz de la consejería.

Para la protección de estos animales no basta con que estén en un espacio restringido. Las zonas donde invernan deben preservarse para que puedan pasar los meses fríos aletargados, según recoge el Plan de Uso y Gestión del parque, de mayo de 1995. Los ecologistas afirman que este requisito no se cumple, y que pueden probar que una "osa ha sido levantada varias veces [de su hibernación] durante las cacerías", lo que contradice el informe del director del parque, Aurelio Antuña.

El problema, según el consejero de Medio Ambiente asturiano, Arturo Carrio, está en que no se puede poner por escrito qué zonas son las protegidas porque "el oso se mueve", y, por tanto, depende de "los guardas y el director del parque delimitar en cada momento dónde no se pueden realizar batidas". Quizá por eso se den situaciones como la que denuncia Hartasánchez, que afirma que hace dos domingos se situó un puesto de acecho a menos de tres metros de una osera en una batida en la sierra del norte de Palencia.

El desarrollo turístico de las zonas de montaña es otro peligro para la especie.

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