Nikita Mijalkov defiende "la hombría" de Yeltsin al dimitir
El director achaca la crisis del cine ruso a la falta de valores espirituales
Nikita Mijalkov (Moscú, 1945) ha recibido duras críticas por el canto al zarismo de El barbero de Siberia, su última película. Este cineasta y político se defiende: "¿Es que alguien criticaría a Almodóvar si se declarara monárquico? ¿Por qué la gente se escandaliza cuando un ruso lo es?". Mijalkov ("si tuviera aquí una copa de vino brindaría por la victoria de las armas rusas y del pueblo checheno") defiende "el gran gesto" de Borís Yeltsin al dimitir. "Es el acto de un hombre", afirma.
"Yeltsin", dice, "siempre ha sido un hombre sorprendente y su dimisión ha sido una actuación histórica. La decisión de quedarse en el siglo XX para que su poder no alcanzara al XXI y pedir perdón por sus errores constituye un gran gesto. Es el acto de un hombre".Mijalkov visita España como presidente de la Fundación Cultural de Rusia, que desde el 10 de febrero abrirá, junto a la firma española Carrera y Carrera, una exposición de alta joyería en el Museo del Kremlin. El cineasta, que dirige además la Unión de Cinematógrafos de Rusia, habla en ruso, aunque conoce desde niño el español.
"Mi niñera, Juanita, era una niña de la guerra española refugiada en Rusia. Vivimos los dos solos en la casa de campo de mis padres y hasta los 10 años sólo hablé español. Aquélla", afirma Mijalkov, "fue la época más despreocupada de mi vida. Juanita dijo, cuando mi madre estaba embarazada de mí, que si era una niña no me cuidaría, no quería niñas, y sólo se quedaría por un varón. Gracias a ella conocí a muchos españoles, mi tío se casó con una española y mi abuelo adoraba la cultura española. En mi casa se comía jamón y se cantaban canciones españolas. Juanita se casó y volvió a España. No supe nada de ella hasta que gané la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Me entrevistaban en una radio y llamó Juanita. Fue emocionante".
Mijalkov no se pronuncia sobre el nuevo presidente interino de su país, Vladímir Putin ("la imagen del rey la crean siempre sus vasallos", dice), pero sí lo hace sobre la guerra de Chechenia, y con un punto de vista imperial: "Es un asunto interno de Rusia", dice, "mucho más interno de lo que puede parecer a simple vista". "Después de Kosovo, la OTAN no debería ni hablar de este tema. Suponer que la guerra de Chechenia es otra guerra del Golfo constituye un profundo error y una falta de conocimiento absoluta. La primera guerra de Chechenia", sigue, "fue el resultado de la estupidez de un grupo de generales que ignoraban lo que es ser caucasiano. El pueblo checheno dispararía por la espalda a los militares rusos que huyesen de la guerra; en Chechenia se ha educado a toda una generación para una sola cosa: la guerra. El conflicto debe terminar, pero no antes de que el Gobierno de Grozni se defina respecto a la guerrilla. Hablar de la libertad del pueblo checheno es pura propaganda".
Mijalkov subraya la ignorancia internacional sobre lo que ocurre en su país y señala a la CNN como portavoz de una información sectaria y tremendista: "Si yo supiera de Rusia por la CNN, no querría volver allí".
"El cine ruso está enfermo porque Rusia está enferma", continúa el director de Quemados por el sol y Ojos negros. "Hay una enfermedad espiritual en Rusia. Es lamentable", opina, "pero la mayoría de mis colegas han entendido la libertad de forma equivocada. Parecen niños que entran por primera vez en una chocolatería. Todo lo que se rueda habla de mafia, asesinato y prostitución. Se olvidan de cómo el neorrealismo salvó al pueblo italiano cuando Italia estaba humillada y empobrecida. Italia gastó sus últimas liras en el cine, y el cine les salvó porque la gente se sentía parte de la pantalla. El cine les ayudó a recuperar su dignidad. El cine ruso de hoy no ayuda a los rusos a sobrevivir".
Babelia
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