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Ocho meses en el "aguantadero"

Cuando el ex comandante Alfonso Morata conoció la noticia de la causa abierta por el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón contra la Junta Militar de la dictadura argentina, supo que el momento de su revancha había llegado. Morata, que pasó ocho meses recluido en una habitación o aguantadero, torturado y amenazado por agentes de la Secretaría de Informaciones del Estado argentina (SIDE), remitió a Garzón un escrito en el que relata su calvario y la conspiración de la que dice haber sido víctima. El juez ha admitido a trámite su denuncia, y le tomará declaración el día 12."No puedo esperar mucho y sé que no pagarán por todo lo que me hicieron, pero quiero que se sienten en el banquillo y, si es posible, que experimenten, aunque sea unos días, lo que es sentirse encerrado", señaló Morata, que después de su azarosa vida en Hispanoamérica ha fijado su residencia en Alicante. Según recuerda Morata, el 7 de noviembre de 1978 fue abordado en el hotel bonaerense en el que se hospedaba con su esposa por cinco individuos que se identificaron como policías federales. Le pidieron que les acompañara y, una vez en el coche, le obligaron a tirarse al suelo y le taparon con una manta. Maniatado y con los ojos vendados, fue introducido en una vivienda. Era el aguantadero, sito en el barrio de Belgrano, donde pasaría los siguientes ocho meses.

Por medio de torturas de las que todavía le quedan secuelas, como un tobillo roto y quemaduras en las manos, le exigieron que firmara un escrito por el cual se declaraba cabecilla de una red de espionaje chileno. Asegura Morata que era una conspiración argentina para declarar la guerra a Chile y hacerse con el canal de Beagle y las islas del Atlántico Sur. Se le eligió, entre otras razones, por estar casado con una chilena y por los viajes a Chile que realizaba como corresponsal de la agencia Orient News.

Morata aguantó hasta que secuestraron a su mujer y la presentaron frente a él. Esto, unido a las amenazas de asesinar a su hijo, residente en Florida (Estados Unidos), le obligó a firmar la declaración. Los militares prepararon una coartada para desprestigiar la versión de los hechos de Morata.

La mujer de Morata consiguió huir el 21 de junio de 1979 del aguantadero y se refugió en la embajada chilena, donde denunció el caso. Esto obligó a los captores a decretar la libertad condicionada para Morata. El 30 de junio tomaron un vuelo a Madrid con la promesa de ser indemnizados, pero Morata sabía de un plan de la SIDE para asesinarlos durante el viaje y lo desvió hacia Florida.

Estos hechos, que Morata ya denunció ante la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos en septiembre de 1979, constituyen una de las muchas peripecias de su vida, recogidas en el libro Fuga del quinto infierno, publicado por la editorial ilicitana M&G. En él Morata cuenta sus experiencias en los regímenes dictatoriales de Franco, Castro, Videla y Pinochet. Se enfrentó con ellos y también con Somoza y Allende, del que asegura que "los españoles tienen un concepto equivocado".

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