El inconveniente del elevado coste
Uno de los principales inconvenientes a la hora de popularizar la resonancia magnética cardiaca es su elevado coste. Un equipo cuesta entre 200 y 300 millones de pesetas, debido, entre otras cosas, a que se debe refrigerar a temperaturas cercanas al 0 absoluto (-273 grados centígrados) para conseguir un campo magnético tan potente. El coste de una sesión de entre 20 y 30 minutos es de 30.000 pesetas para una compañía de seguros, y esta tarifa se dobla cuando se realiza en un centro privado y sin seguro. El paciente no requiere una preparación previa para someterse a una resonancia magnética, pero existen contraindicaciones absolutas para este estudio derivadas de los efectos secundarios a la acción del campo magnético sobre prótesis o implantes con un contenido metálico o magnético (marcapasos, audífonos, clipes férricos intracraneales), pero no hay contraindicación en el caso de las prótesis valvulares cardiacas. Tampoco se recomienda en mujeres embarazadas ni en personas que padezcan claustrofobia. "En Estados Unidos, las compañías de tecnología que diseñan los equipos están trabajando en lo que se denomina resonancias abiertas, para que el paciente no tenga que introducirse dentro de un tubo", apunta Francesc Carreras. "Y no sólo por el problema de la claustrofobia. Muchos pacientes muy obesos también tienen dificultades".
El hospital de Sant Pau acumula una experiencia de más de 1.000 resonancias cardiacas. En el último año ha realizado unos 160 estudios de casos seleccionados; algunos de ellos, solicitados por otros centros hospitalarios. "Por nuestra parte, es obligado mencionar que un factor fundamental para el éxito de nuestra tarea reside en la inestimable colaboración de los compañeros del servicio de Radiodiagnóstico", afirma Guillem Pons-Lladó. "Creo que llegará un momento en que la mayoría de la población se habrá hecho una resonancia magnética por uno u otro motivo, bien por un problema en la rodilla o en el corazón".
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