Grandes directores de escena denuncian injerencias políticas en los teatros públicos
Los últimos vetos a Jorge Lavelli y a José Carlos Plaza desatan las protestas del sector
"España va a lograr el triste récord de ser el país de Europa donde estará más desacreditado dirigir un teatro público, porque equivaldrá a ser un lacayo del poder", dijo ayer Nuria Espert cuando se le preguntó sobre las injerencias políticas en los teatros públicos a raíz del reciente caso de Jorge Lavelli. Otras "víctimas" de los últimos tiempos son Josep Maria Flotats, José Carlos Plaza o Isabel Navarro. A las palabras de la más internacional de nuestras creadoras se suman las de los más grandes directores de escena españoles, como Lluís Pasqual, Adolfo Marsillach o José Luis Gómez
"Tras la perplejidad, me ha llegado la depresión; han utilizado y han ensuciado abusivamente mi nombre hablando de dinero con danzas de millones, como si esto hubiera sido una oportunidad de enriquecimiento, algo con olor a corrupción..., y lo peor es que se ha perdido un hermoso proyecto en el que mis colaboradores y yo llevábamos meses involucrados". El director franco-argentino Jorge Lavelli no sale de su asombro. Le han perseguido casi dos años para proponerle dirigir La hija del aire dentro de la programación que la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) tenía prevista para el 2000, año en que se celebra el quinto centenario del nacimiento de Calderón de la Barca. Llegó a un acuerdo con Rafael Pérez Sierra, director de la CNTC, en mayo de 1999, y se dio a conocer a la prensa el proyecto. Lavelli, la actriz Blanca Portillo, la figurinista Graciela Galán y el escenógrafo Alain Lagarde se ponen a trabajar en el espectáculo.Pero el pasado 10 de noviembre se le comunica, desde el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), a Pérez Sierra que Lavelli es muy caro y no hará el proyecto, a pesar de que el director de la CNTC no se había salido ni una sola peseta de su presupuesto y de que se lo comunican en presencia del subdirector general del INAEM, Eduardo Galán, quien semanas antes expresó su deseo de que este montaje se estrenara en Buenos Aires, ya que así lo había solicitado un importante teatro de la capital argentina.
Dimisión y silencio
Pérez Sierra presenta la dimisión y se le acepta. A partir de ahí, los responsables del INAEM guardan silencio, aunque antes el director de este organismo, Andrés Ruiz Tarazona, declaró que él se lo había encontrado al llegar a su nuevo cargo, al que accedió tras la dimisión de Tomás Marco, que presentó cuando le vetaron el nombramiento de José Carlos Plaza para dirigir el teatro de la Zarzuela. Semanas después, Ruiz Tarazona habla: "Me han dicho que lo que Lavelli pedía supera los 20 millones de pesetas". En realidad, se refieren a los 12,5 millones que suman todos los gastos de estancias, dietas y desplazamientos a lo largo de un año, más el caché de Lavelli.
Tanto Lavelli como el anterior equipo de la CNTC afirman que el caché que Lavelli solicitó fue de 250.000 francos (6,3 millones de pesetas). El ministerio decidió el pasado año que ningún director que contratara un teatro público dependiente de Cultura cobrara más de tres millones, a excepción de los extranjeros, ya que de lo contrario sería imposible contar con figuras internacionales. Pero, tal y como confirma el hace dos meses subdirector de música en el INAEM, José Antonio Campos Borrego, esa limitación económica que se pone a los directores teatrales es algo que no existía en los teatros que dependían de su departamento.
Eduardo Galán promete a la prensa enseñar todos los papeles que demuestran que Lavelli es carísimo, pero finalmente no lo hace y declina hacer declaraciones a este periódico. Según Pérez Sierra, los intentos de injerencias por parte de la subdirección del INAEM en estos últimos años han sido continuos y, en algún caso, graves: "Entre otros hechos, en el despacho del subdirector se pretendió programar un año entero con motivo de las conmemoraciones de Felipe II, a lo que me negué tajantemente".
Lavelli se entera por la prensa de todo el asunto. "Anteayer me llamó por primera vez Galán; me dijo tres cosas: que quería venir a París para explicarme todo, que se me repararía por lo sucedido y que la cosa no iba conmigo; pero llega tarde esa llamada y es curioso que se produzca al día siguiente de ponerme en contacto con abogados por este asunto", dice quien ha sido director del Teatro de la Colline de París durante 10 años, cargo para el que le nombró un ministro de Chirac. "Esto, en cualquier país de Europa, es impensable; he trabajado para los teatros públicos más importantes del mundo y no creí que estas cosas aún pudieran suceder".
Son numerosos los profesionales que han alzado su voz no sólo en defensa de Lavelli, sino para denunciar lo que consideran continuas injerencias de los políticos en el trabajo de los directores de teatros públicos. Estas mismas voces no sólo hablan del caso Lavelli. Recuerdan otros, como el caso de Isabel Navarro, anterior directora del Centro Dramático Nacional, a la que cuestionaron profesionalmente; el de Flotats, al que echaron del Teatro Nacional de Cataluña, o el de Plaza.
Lluís Pasqual, el más internacional de nuestros directores, dice tajantemente que el asunto no es ni opinable: "Es como si el ministro de Sanidad dijera cómo hay que operar; que asuman que de esto no saben". Pasqual añade: "El caché pedido por Lavelli es inferior al que cobra habitualmente; no se han puesto al día. Lavelli es una primera figura mundial. Los políticos del Ministerio de Cultura han generado una situación más que perversa; lo que han hecho me parece zafio, antiguo y pasado de moda, y en cualquier caso es una marcha atrás muy peligrosa". Pasqual cambia su tono de voz y habla con tristeza: "Encima de esto, no se podrá ver el Calderón de Lavelli, no piensan en el público; espero que la profesión se dé cuenta de que todo esto es un desatino", dice este director, que tuvo un amago de injerencia siendo director del Teatro Odeón; "pero toda la profesión teatral y europea me respaldó; aquí estamos ante un problema de mala educación y de deontología, pero el caso empieza a ser grave y serio".
José Luis Gómez: "Lo que hacen no tiene nombre"
José Luis Gómez, que confiesa que cobró una cantidad similar hace años en el Teatro de la Bastilla de París, afirma: "Lo que está ocurriendo no tiene nombre; a un teatro público se le exige transparencia y calidad, nada más...". Josep Maria Flotats, que recuerda que a él le echaron del Teatro Nacional de Cataluña por no "tragar con las inaceptables intromisiones de la Generalitat", parafrasea a André Malraux cuando Charles de Gaulle le nombró ministro de Cultura: "Los políticos tienen que ponerse al servicio de la cultura y nunca los creadores al servicio de los políticos", y añade: "Es inaceptable lo que ha ocurrido con Lavelli, Plaza...; si a alguien le parece caro es que no sabe a quién contrata; nunca se me ocurriría ir con dos perras gordas a comprar un picasso".Desde el Teatro Odeón-Teatro de Europa de París, uno de los organismos públicos más prestigiados de Europa, su director, Georges Lavaudant, y Borja Sitjà, hasta ahora director de programación y nuevo director del Grec de Barcelona, dicen: "Jamás un político se puede meter en una decisión artística, por la propia salud de uno y otro; lo que pide Lavelli es normal, y encima es de los mejores del mundo". Ariel Goldenberg, director del Teatro de Bobigny de París, señala: "Los políticos deberían hacer mejor su trabajo y no olvidar que en España todo cuesta más caro, porque la Administración no aplica las normativas europeas y comunitarias, no dispone de las leyes necesarias para que las cosas cuesten menos".
Excepciones
Adolfo Marsillach señala: "Si el ministerio ha decidido que todos los directores de escena que trabajen en los teatros nacionales cobren lo mismo, me parece lógico que se niegue a hacer excepciones. Lo que ocurre es que se trata de una decisión absurda. No todos los directores somos iguales, afortunada o desgraciadamente. Igualar sueldo en estas cuestiones es confundir el arte con la demagogia".
Alicia Moreno, consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid, gobernada por el PP, declara: "Muchos políticos se creen protagonistas del hecho teatral, y mientras esto ocurra estamos entre los países tercermundistas. Siempre se pone en entredicho la calidad del artista y nunca la del político; se está atacando una cosa muy frágil", dice Moreno, quien afirma que ella trabaja con total libertad.
"Todo esto", dice el director Mario Gas, "me recuerda a un personaje de Howard Hughes que decía "cualquier cosa relacionada con el Ministerio de Cultura es otro asunto poco claro", y lo triste es que esto haya ocurrido con Lavelli, un maestro; lo de Lavelli es barato, o si no que comparen, indaguen, y si encuentran algo mejor, que compren; lo de que es caro es un argumento de una debilidad mental importante".
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