Rusia suspende el envío de huérfanos a España para forzar el regreso de los 'niños de Asturias'
Las familias españolas que acogieron a los expósitos se niegan a devolverles a su país
Era el principal peligro, y se acaba de materializar. El rechazo de nueve familias asturianas a devolver a Rusia el pasado 31 de agosto (cuando caducó el permiso concedido por sus orfanatos) a los niños a los que habían acogido dos años ha tenido una grave e indeseada consecuencia: la decisión de las autoridades rusas de suspender los permisos para que otros internos puedan viajar a España de vacaciones o para estudiar. La medida ha bloqueado automáticamente nueve programas de Castilla-La Mancha, Andalucía, Cantabria y la propia Asturias, que afectan a más de 230 niños.
El pasado viernes, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso remitió al cónsul general de España en Moscú, Melitón Cardona, un escrito en el que le comunicaba la decisión del Ministerio de Educación de no autorizar en el futuro las salidas de niños de los orfanatos hasta tanto no sean devueltos los menores "retenidos ilegalmente". En la nota se explicaba que se trata de una medida temporal y excepcional, y se expresaba la confianza en que no vuelvan a repetirse casos similares. Era el acta de defunción de una colaboración estrecha mantenida durante muchos años.Si los ilegales de Asturias no regresan, las consecuencias las pagarán miles de sus compatriotas. Además de los nueve programas que se encontraban en tramitación, y que han quedado ya automáticamente suspendidos, hay que tener en cuenta que en 1998 se concedieron desde Moscú más de 10.000 visados para acogimientos temporales de menores de países de la antigua URSS (excluida Ucrania, con consulado propio). Para este año se esperaba llegar a los 12.000. Cerca de un 70% se otorga a niños de Bielorrusia, república ésta (junto a Ucrania) cuya población, incluida la infantil, sufrió con especial virulencia los efectos de la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, en abril de 1986. Unos 2.500 visados corresponden a internos de orfanatos rusos.
La respuesta al desafío de Asturias sólo afecta teóricamente a los internos de los orfanatos de Rusia. En la práctica, sin embargo, y al menos por algún tiempo, se verán afectados todos los niños que formen parte de grupos en los que haya algún huérfano. Los programas aprobados por las comunidades autónomas suelen ser mixtos e incluso multinacionales.
La rebelión de los nueve niños, de entre nueve y 13 años, y de sus familias de acogida en Asturias ha planteado un problema más humanitario que legal, ya que, desde este último punto de vista, no parece haber otra salida que la de cumplir con las condiciones del acuerdo alcanzado con los orfanatos rusos de Kiriyevsk (en la región de Tula, al sur de Moscú) y Orlinoe Gnesdó (en la siberiana de Omsk). Todo lo más, las gestiones y recursos de los abogados pueden lograr que se aplace, incluso durante años, la solución definitiva del problema, que, si las autoridades rusas no ceden, no puede ser otra que el retorno forzoso.
El cónsul general afirma que "no se trata de una represalia rusa, sino de un acto de legítima defensa", y advierte de los riesgos que comporta saltarse la legalidad, aunque sea con la mejor de las intenciones. "Si las familias asturianas desean adoptar a los niños", señala Cardona, "deberían permitir su retorno, ya que la ley de Rusia exige la presencia de los menores en su territorio para tramitar las adopciones".
Éstas se desarrollan razonablemente bien, con garantías jurídicas, con las esperas que dicta la prudencia y con el consentimiento de la madre biológica si aún vive. Centenares de españoles siguen estos trámites, con tendencia a que la cifra se duplique anualmente. Según el cónsul general, "hasta que no regresen los niños, lo que aconsejan su propio interés, el sentido común y la legislación, puede haber miles de familias españolas que vean frustrado su deseo de ejercer la solidaridad mediante el acogimiento de menores en vacaciones".
Cardona cree que aún hay tiempo para que este conflicto se resuelva de una forma razonable, y considera probable que se pueda conseguir de las autoridades rusas el compromiso de que, una vez devueltos los menores, se aceleren en lo posible los trámites de adopción. "Ahora", añade, "los niños están en tierra de nadie, sin el amparo de un visado y sin la autorización de sus tutores legítimos, que son los directores de los orfanatos. El Gobierno ruso no va a cambiar su legislación para dar satisfacción a nueve familias de Asturias. Tiene su propia opinión pública ante la que responder".
Hasta ahora, todos los intentos de convencer a los niños, y a quienes hablan de ellos como si fueran sus hijos, de que la única solución posible pasa por el regreso a Rusia han sido baldíos. Los menores, que han llegado a dominar el español y que se han adaptado aparentemente sin problemas a la vida en Asturias, aseguran que los orfanatos de los que proceden son poco menos que la antesala del infierno.
Esa afirmación puede ser válida para muchos de los centros de menores de Rusia. Pero no para el de la región de Tula, del que proceden ocho de los nueve niños de Asturias. Gracias a las donaciones de organizaciones humanitarias de diversos países, entre ellos España, el orfanato, construido en 1961, reúne unas inusuales condiciones de habitabilidad y puede alimentar razonablemente bien a los 230 menores que acoge.
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