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La mirada marítima de Ortiz-Echagüe

El País

El fotógrafo alcarreño José Ortiz-Echagüe (1886-1980) internacionalizó con su fotografía los paisajes y las gentes del País Vasco de la primera mitad de siglo. Ahora el Museo Naval de San Sebastián, dependiente de la Diputación de Guipúzcoa, reivindica su figura con Itsastarrak-El mar en la obra de Ortiz-Echagüe, una exposición que reúne el grueso de los trabajos que dedicó al mar y a los vascos. De las paredes de la sala cuelgan 26 fotografías, la mayoría realizadas mediante la técnica del carbón directo sobre papel Fresson, que parecen más dibujos que instantáneas. Ortiz Echagüe cargó la cámara al cuello durante 75 años, sin más pretensión que la de dar salida a una afición. Tenía sus necesidades cubiertas porque el artista, que encauzó su vida profesional hacia el mundo editorial y de la empresa, encabezó la puesta en marcha de empresas como Seat.

Con todo, no conoció la mediocridad artística. Está considerado como una de las figuras más relevantes de la fotografía española de la primera mitad de este siglo.

La comisaria de la exposición, Asunción Domeño, recuerda que Ortiz-Echagüe ejerció de notario de las tradiciones de las décadas de los 20 y los 30. "Fue recogiendo aspectos que estaban condenados a desaparecer". Y recuerda que su obra no se circunscribió al ámbito marítimo; trabajó grandes bloques temáticos en los que abarcó también las imágenes de pueblos, castillos o de la España mística.

Ortiz-Echagüe fue ante todo un retratista que se negó a instalarse en la comodidad. Quiso trascender los rasgos físicos de los personajes, para capturar su carácter. Por eso, nunca utilizó modelos ni practicó la fotografía de estudio, trató de conocer la vida de los remeros, los sentimientos que oculta un hombre tras su traje de luto. Se trasladaba a su medio para conocerlos en casa.

Y así retrató al Bebedor vasco en 1931, con un rostro curtido en arrugas y capturó la estampa de unos Pescadores de angulas momentos antes de salir a capturarlas. Sus fotografías se convierten en testimonio etnográfico de una época.

El artista no se dejó influir por las modas. Mantuvo, según la comisaria, "la misma identidad estética y técnica". La utilización del carbón sobre el papel Fresson quedó trasnochada con la revolución del bromuro, pero Ortiz- Echagüe nunca la abandonó.

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Esta técnica confiere a las instantáneas la expresividad y la fuerza de un dibujo, proporciona gran cantidad de matices y ofrece, en palabras de Domeño, "la posibilidad de retocar las imágenes", que el artista practicaba con criterio de pintor. Y es que Ortiz- Echagüe se metió en el mundo de la fotografía para dar salida a su vocación frustrada de pintor. El resultado son una instantáneas de una composición y una luz muy cuidadas como se aprecia en la imagen del velero.

Las obras que ahora se exponen pertenecen a los fondos que el artista legó a la Universidad de Navarra a su muerte. Algunas se han exhibido en muestras antológicas, pero ésta es la primera vez que se reúne toda la obra sobre el mar y sus gentes.

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