Una refinada sensibilidad
Cuando Marcos Giralt Torrente publicó su primer libro, que era un volumen de siete cuentos, tenía apenas poco más de 25 años. Con ser este dato, al lado de otros que mejor configuran la personalidad de un escritor, casi irrelevante, nos aportaba, una vez leído su libro, la sensación de que estábamos ante alguien dotado de una envidiable madurez literaria. De alguien preparado para discutir los excesos narrativos consigo mismo. Los cuentos de su libro reflejaban la sensibilidad y la actitud de alguien que sabe que se enfrenta a un género exigente con la discriminación oportuna, con la línea decisiva, con un tipo de arte singular en donde sólo vale el sacrificio formal. Esto es el cuento. Desde Chéjov a Carver, desde Poe o Maupassant a Borges. Por eso mencioné antes la edad. La de Giralt Torrente, entonces, se prestaba a la tolerancia con el trazo amplio, desbocado y, sin embargo, en su lugar se ofrece a esa ambigua contundencia del dibujo rápido con que puede asociarse un cuento, sin olvidar que a esa velocidad el cuento ha de ser también metáfora.Cuando Marcos Giralt Torrente publicó su libro, la crítica se mostró con él entre esperanzada y reconfortada. Dos antologías posteriores, Páginas amarillas (Ediciones Lengua de Trapo, 1997) y Los cuentos que cuentan (Anagrama, 1998), lo incluyeron junto a Eloy Tizón, Nicolás Casariego, Gonzalo Calcedo, Luisa Castro, Pedro Ugarte, Ray Loriga y tantos otros. El cuento que incluyó la antología que prepararon J. A. Masoliver Ródenas y Fernando Valls fue el mismo que otorga título al único libro de Giral Torrente, Entiéndame. Si yo hubiera sido el antólogo, me hubiera decantado por la misma pieza, no porque las restantes no lo merecieran, ni mucho menos. Pero ese cuento sintetiza no sólo lo que piensa el mismo autor sobre el género ("los mejores cuentos son los que ocultan más de lo que dicen"), sino porque también muestra el arte de la graduación tonal, la intrusión de la perplejidad, la impotencia y una refinada sensibilidad para no estropear el conjunto con una palabra sobrante o una frase explicativa. No podría contabilizar ahora mismo cuántas novelas o cuentos incluyen taxistas en sus páginas. Pero por una vez el taxista del cuento de Giralt Torrente me sorprendía tanto como el narrador. Por una vez parecía que los tres, si sumamos al protagonista, nos aproximábamos a eso que el mismo autor exige de toda narrativa, la complejidad del mundo. La brevedad del cuento como género literario no disculpa que nadie se la salte a la torera. La complejidad del mundo, si se tiene talento, seguro que cabe en cuatro palabras.
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