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El presidente uruguayo asegura no tener noticias de los desaparecidos

Ramón Lobo

El presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, envió el 5 de noviembre un carta al poeta argentino Juan Gelman, en la que le echa en cara la publicidad dada a su "discreta" petición de ayuda para averiguar la suerte de su nuera, secuestrada en Argentina en 1976 y trasladada a Uruguay dentro de la Operación Cóndor, y de su nieto, nacido en cautividad. Sanguinetti le informa del fracaso de sus pesquisas. Gelman, en su respuesta -a la que ha tenido acceso EL PAÍS-, le acusa de actuar con escasa gallardía.

Sanguinetti, tras quejarse amargamente de la publicidad dada a la primera carta de Juan Gelman -"después de 24 años sin reclamar nada a la autoridad uruguaya, usted me dio 129 días para intentar ayudarle"-, explica los pasos dados para obtener información sobre la suerte de los familiares del poeta y reconoce en su segundo párrafo el fracaso: "Hasta el 10 de octubre [de 1999] no había surgido ningún dato que permitiera confirmar la presencia de su nuera en el país. (...) Hemos examinado todas esas copiosas actuaciones [tribunales y comisión investigadora del Parlamento] sin que aparezca algún indicio adicional sobre su nuera. Se ha ido más allá, pero sin resultado alguno, estimándose en principio que su nuera [que se hallaba embarazada de ocho meses] no fue traída a Uruguay".Sanguinetti da cuenta, además, de las pesquisas realizadas en los archivos del Hospital Militar, que tampoco ofrecieron resultado alguno. Respeto a los posibles testigos del traslado a Uruguay desde los centros de detención de Argentina y posterior desaparición de la nuera de Gelman, el presidente uruguayo argumenta: "Son personas que en su inmensa mayoría ya no están sometidas a la jerarquía militar ni a la autoridad del Estado, y que, en muchos casos, murieron o son ancianos".

Dura respuesta

En la respuesta del poeta a esta carta, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, Gelman refresca con ironía la memoria del presidente Sanguinetti: "No dudo de su buena fe con que usted repite las conclusiones de sus subordinados", y añade: "No encuentro en su carta ninguna alusión a los 23 militares uruguayos [relacionados con los diversos organismos represores del Plan Cóndor] involucrados en los hechos". Gelman ofrece una lista de hasta ochos personas con nombres, apellidos y edades -"¿se preguntó al entonces comandante Manuel Cordero (hoy de 61 años de edad) acerca de cómo trasladaron a mi nuera? ¿Se preguntó al teniente coronel...?"-. Gelman trata así de desmontar la excusa de que los testigos "murieron o son ancianos", como dice Sanguinetti.El poeta argentino -cuya causa ha recibido apoyo de más de 2.000 intelectuales de todo el mundo, entre ellos los premios Nobel de Literatura José Saramago y Dario Fo- replica con datos otro de los puntos esenciales de la carta presidencial -"personas no sometidas a la jerarquía militar..."-: "Supongo que no es el caso del coronel Jorge Silveira, destacadísimo represor (...) y hoy miembro del Estado Mayor del comandante en jefe del Ejército uruguayo, general Amado".

Gelman va más lejos en su crítica: "Entiendo, además, que tiene usted autoridad para dar órdenes de obligado cumplimiento a militares retirados, que nunca pierden su subordinación institucional. (...) No le faltan fuentes para llevar una investigación a fondo".

La tragedia personal de Gelman comenzó el 24 de agosto de 1976, cuando agentes de la dictadura argentina secuestraron a sus hijos al no encontrarle a él en su domicilio. Su hija Nora fue liberada tras sufrir torturas; no fue el caso de Marcelo, que desapareció junto a su esposa, María Claudia García Iruretagoyena. María estaba embarazada de ocho meses. El último rastro la sitúa en Uruguay, donde nació su hijo, nunca recuperado por Gelman.

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