Berlanga presenta una novela de Cañeque sobre los celos que matan
El escritor Carlos Cañeque (Barcelona, 1957) acudió a Luis García Berlanga para que le presentase su última novela, Muertos de amor (Destino), porque contiene rasgos que se inspiran en El verdugo y Plácido, dos de las películas del director. Y Berlanga, para quien lo más dificíl es presentar un libro ("creía que venía a un debate entre amigos"), estuvo peleón. Carlos Cañeque, premio Nadal 1997 por su primera novela, Quién, definió su segunda obra como "una parodia y un retrato costumbrista de la España de hoy". Sin embargo, para el director de La escopeta nacional, la mayor virtud de la novela (que leyó en una noche ardorosa, a pesar de su fractura de cadera, dijo) es que disecciona y "abre en canal" la situación catalana de hoy. "Es que no me entras al trapo", le dijo. "Porque yo veo sobre todo en la novela un sentimiento crítico y esperpéntico de la Cataluña actual, una parodia del momento tan difícil que se está viviendo ahora en España con los nacionalismos. Y en Cataluña la va a armar buena", vaticinó Berlanga.
Muertos de amor cuenta la historia de un marido obsesionado por su mujer, que atiende a la vez a otros hombres, y que vive esclavo de unos celos que le pueden convertir en un asesino. "Estoy en contra de los celos", saltó Berlanga. "La condición más elegante que se puede alcanzar en esta vida es la de ser un cornudo. Una de las elegancias con la que podemos soñar, además de la soledad suprema, es la de considerar que cuando una mujer acepta estar contigo, sabiendo que ha estado con otros hombres antes, lo hace porque en ese momento es a tí a quien quiere", opinó el director de París-Tombuctú.
Y el escritor explicó que no había compuesto un personaje de una sola pieza (sólo un celoso), porque en la realidad tampoco existe, comentó. "Hasta el verdugo de Berlanga tiene su lado sentimental", indicó Cañeque. "Detrás de cada cosa miserable hay algo entrañable", coincidió Berlanga.
Ambos concluyeron que en Muertos de amor subyace una espléndida película. Carlos Cañeque, tras lamentar la autojubilación de Berlanga, pensó en Bigas Luna como el director idóneo.
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