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Bilbao juega y gana con Wagner

Gratificante estreno de 'El oro del Rin', una coproducción con Ginebra

Curtida en mil batallas verdianas y belcantistas a lo largo de casi medio siglo, la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) se ha tomado en serio su cambio de domicilio al Palacio Euskalduna y ha decidido continuar su extensión de repertorio hacia la ópera alemana, complementándolo con una apertura hacia los contenidos escénicos y teatrales.El órdago a la grande lo han comenzado anteayer con una representación de El Oro del Rin, que continuará en las próximas temporadas con el resto de las jornadas de El anillo del nibelungo, de Wagner, en coproducción nada más y nada menos que con el aperturista Gran Teatro de Ginebra. El anillo, a orillas de la ría, y en su momento posindustrial y decadente.

Le han echado valor y han salido airosos. En primer lugar por un reparto vocal excelente, en el que destacaron el potente Alberico de F. J. Kapellmann o el lírico Loge de Graham Clark, pero no se quedaron atrás el Wotan de Robert Hale, el Mime de Helmut Pampuch, la Freia de Carola Höhn, la Erda de Mette Ejsing o la Fricka de Jane Henschel. Escuchar a Wagner así, bien cantado, nada gritado, con intencionalidad y poesía, es altamente gratificante.

La puesta en escena de Ginebra fue atrevida, pero respetuosa, con los contenidos wagnerianos. Trasladada al siglo XX, aunque sin abandonar los símbolos imprescindibles de la lanza, la fundición de los nibelungos o los lingotes de oro fue una lectura cuya modernidad venía de los objetos cotidianos, del vestuario, de las luces de neón o de una cena final de los dioses alrededor de una mesa luminosa. La narración se lleva a nuestro siglo, pero respeta los conflictos eternos del poder, la envidia y los pactos que laten especialmente dentro de la tetralogía en El Oro del Rin.

Manuel Galduf tiene muy dominada esta ópera, con lo que su versión fue compacta y segura. La Sinfónica de Bilbao, después de unos comienzos titubeantes, fue a más en las dos últimas escenas. El agujero negro de la meritoria representación estuvo en el escandaloso ruido en los cambios de decorados, clara manifestación de que por estos pagos no están acostumbrados a resolver problemas técnicos complejos con ensayos limitados. Incluso hubo que parar un minuto la función o alargar el tintineo de los yunques para posibilitar los cambios escenográficos.

La ABAO ha iniciado el Anillo bilbaíno con buen pie. Han conseguido que el Rin pase también musicalmente por Bilbao. Tras la gabarra, ahora vienen los nibelungos, las ondinas y las walquirias. Excitante.

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