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Reportaje:

Bayer cumple un siglo en Cataluña

Diez años después de que el comerciante Friedrich Bayer y el maestro de colorantes Johann Friedrich Wescott fundasen en la ciudad alemana de Barmen (la actual Wuppertal) la empresa Friedr. Bayer et Comp., se constituía en Barcelona la firma Federico Bayer y Compañía para comercializar colorantes siguiendo el florecimiento de la industria textil catalana. La vocación internacional de Bayer ya estaba clara: en 10 años estaban presentes en Nueva York, Viena, Moscú, Brasil, Inglaterra, Francia y España. Todo ello antes de asentarse en Leverkusen, una ciudad que hoy casi no puede entenderse sin Bayer.Hoy, 100 años después, Bayer tiene 155 patentes y cerca de 27.000 marcas registradas. Es pionera desde los tiempos de la aspirina hasta los de la química positiva. En 1998 facturó en todo el mundo 4,6 billones de pesetas, obtuvo 272.000 millones de beneficio y tenía una plantilla de 145.100 empleados.

Además de ambición internacional, Bayer ha demostrado una incesante vocación investigadora a la luz de nuevas moléculas desarrolladas en la búsqueda de nuevos colorantes sintéticos más eficaces. "Cliente-necesidades-investigación básica-nuevas aplicaciones-nuevos productos, esa es la ecuación básica", explica Francisco Belil, consejero delegado de Bayer Hispania. Esa investigación dio paso a nuevos productos con nuevas propiedades que han revolucionado nuestro entorno. "Del sofá a la suela del zapato. Fíjense: las alas de un avión que está en Sevilla, estacionado al sol, alcanzan temperaturas de 90 grados. Sube el pasaje y el avión despega. En pocos minutos, sube a 10.000 metros, a 50 grados bajo cero. Sólo las pinturas a base de poliuretano pueden dar resultado".

"Siempre hemos tenido directivos con visión de futuro. Parece que podían leer el futuro. En 1903, Bayer designó la primera comisión para aguas residuales", explica Belil. La aspirina es hija de la investigación de las moléculas de colorantes. Todo salió de los mismos laboratorios.

"Conocidos los efectos nocivos del ácido salicílico, el doctor Hoffman modificó esta molécula hasta conseguir la variante química del ácido acetilsalicílico. Ésta es tolerable e incluso potencia las cualidades curativas del producto natural. Fue un éxito muy rápido de ventas, y Bayer aprovechó su organización de ventas de colorantes", dice Belil.

Más adelante, de esa gran cocina de experimentación salió un sinnúmero de otros productos que dieron lugar a las divisiones que hoy tiene el gigante Bayer. En 1910 la empresa consiguió el primer caucho sintético; el primer neumático sintético se lo regaló al káiser. En 1922 descubrió los preventoles, productos para la protección de materiales. En 1931 obtuvo el Alka-Seltzer, que va a cumplir 70 años. En 1935, uno de sus investigadores (Gerhard Domagk) consiguió el premio Nobel con la sulfamida (Prontosil), un producto revolucionario que salvó muchas vidas. Un año después (1936), la compañía descubrió la primera película en color de diapositivas, y en 1937 la química de los poliuretanos, otra revolución.

"Y así podríamos continuar con el Makrolon [policarbonato transparente], que hoy tenemos en el faro de los coches y que ahora trabajamos para que sustituya a las lunetas de los coches, que acabarán siendo de plástico, que es muchísimo más ligero, más aerodinámico y más seguro que el cristal. Por no hablar de ahorro de combustible que aportará", resume Belil.

En el terreno de la salud, en 1975, Bayer descubrió el Adalat, un calcio antagonista que revolucionó el tratamiento de las enfermedades coronarias y que ha salvado muchas vidas. "Bayer siempre ha estado ahí tirando del ovillo, desarrollando la química en este siglo. Con las moléculas difíciles nos movemos como pez en el agua".

"En los años noventa, la gente está más formada, más madura para hablar claramente de las cosas. Además, nosotros, que estamos orgullosos de lo que hacemos, no tenemos por qué callárnoslo. Pocos sectores industriales, y Bayer entre ellos, han contribuido tanto al progreso de la humanidad como la industria química. Hoy es más fácil comprender que todos somos química, que estamos vestidos o alimentados con química, o bien que la química no distingue entre moléculas naturales y artificiales", afirma el consejero delegado de Bayer Hispania.

"Si se comparan la molécula de mentol natural con la sintética, son exactamente iguales. No tiene diferencias. Es nuestro deber y nuestra obligación explicar lo que hacemos para resolver los retos de la humanidad".

"¿Qué más podemos hacer?", se pregunta el número uno de Bayer en España. En el terreno de la salud, el segundo en importancia para Bayer tras los polímeros, Belil recuerda: "Sólo una tercera parte de las enfermedades conocidas las podemos tratar de forma causal. Con el resto, nos limitamos a tratar síntomas. No vamos a la raíz del mal, y eso es muy grave". Si nuestra esperanza de vida ha mejorado tanto se debe, entre otras cosas, a la química (desinfección, higiene, jabones, medicinas, conservantes, etcétera); pero esa carrera no se termina nunca.

La aspirina, globalizada

"Bayer construyó sus primeras fábricas mucho antes de la I Guerra Mundial. Aquellas fábricas estaban pensadas para mercados limitados, cerrados, protegidos por aranceles, como es el caso de España", recuerda Belil. "Cuando la economía se globaliza, caen las barreras arancelarias, los mercados se abren al amparo de flujos libres de capitales, mercancías y personas, deja de tener sentido -con la presión constante sobre costes- mantener las pequeñas fabriquitas". Además, los costes de investigación han aumentado a velocidad de vértigo. Todo ello aconseja masa crítica y estructuras más eficientes.

En 1995, Bayer decidió dejar de producir y envasar comprimidos de aspirina en Barcelona. "No es cierto que Bayer deje de fabricar aspirinas en España", recuerda Belil, digerida ya la pérdida de sabor catalán de la aspirina. "Lo que se ha hecho es buscar eficiencia. En lugar de producir la materia prima en muchos lugares y tabletearla en muchos sitios, la hemos concentrado. La decisión fue: potenciar la fábrica de La Felguera (Asturias) para que ellos hagan toda la materia prima y hacer el tableteado donde sea más eficiente y se llevó a Bitterfeld (Alemania). Pero el principio activo de todas las aspirinas europeas de Bayer está hecho en Asturias".

"Esta es una filosofía de futuro que aporta más valor al accionista; pero también para el consumidor final. España debe participar en la globalización ofreciendo centros competitivos; no oponer resistencia, sino abrazarla, porque ahí está el futuro. Eso sí, participando sin complejos en ella", explica Belil.

Un ejemplo positivo es la fábrica de Tarragona (instalada en 1971); Bayer construyó una planta de isocianatos para fabricar poliuretanos con una capacidad de producción de 12.000 toneladas por año. Luego la amplió hasta 18.000 tolenadas al año, siguiendo el ritmo de suministro a las necesidades del mercado español. Al caer las barreras, la planta pasó a tener escala mundial. "A 200 metros de la fábrica, construimos una planta nueva de otro isocianato de 100.000 toneladas, orientada necesariamente hacia la exportación. Sólo así podemos continuar siendo líderes".

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