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El olivo balear

Los cinco partidos que gobiernan en el archipiélago balear traen puestas novedades que alcanzan de lleno la mejor diana de los procesos políticos, que es la ilusión. En realidad, allí se aprecia el entusiasmo por recuperar espacios para la participación y la responsabilidad. Cuando además se partía de un avanzado derrotismo tras una eternidad de populares en el poder. Se ha roto una cadencia, casi inmovilista, y se ha demostrado, una vez más, que los mallorquines, ibicencos y menorquines son los ciudadanos de este país con más capacidad para el asociacionismo.Situación, en cualquier caso, de extraordinaria dificultad. En primer lugar porque poco o nada más arduo por estas latitudes que la cultura del pacto permanente y del consenso hasta para las más pequeñas decisiones. Pero de la necesidad de levantar un nuevo estilo de convivencia entre partidos, con muy repartidas parcelas de poder, nace precisamente esa esperanza que se respira en las islas. El ejercicio de la responsabilidad sin duda se acrecenta cuando el equilibrio resulta muy inestable. La habilidad que requiere esta inédita situación para una autonomía, que incluye desde la izquierda y los verdes, hasta una formación de centro derecha, supera a cualquier otra anteriormente vivida, aunque en Euskadi, casi desde siempre, y Aragón, a partir de las últimas elecciones, se aproximen. Cataluña puede vivir pronto una situación parecida, por lo que aumenta el interés por lo que viene sucediendo en las Baleares y que asombrosamente está siendo poco comentado a pesar de que lo político sigue acaparando los campos de la comunicación.

El pentapartido balear, muy parecido al olivo italiano, coalición también gobernante, presenta incluso algunas primicias dentro del panorama político de toda la democracia española. Y muchas están relacionadas con los temas ambientales que allí han pasado a ser tomados completamente en serio y no como por aquí, en la Administración central, que ha renunciado a darle sentido a todo un ministerio creado para la materia.

El Gobierno de Palma de Mallorca es el único y el primero de nuestro ámbito que tiene a miembros del partido verde en el poder, es decir, al frente de consejerías. También ecologistas destacados son hoy cargos importantes de aquella Administración. Lo que ya es una norma en Francia, Alemania o Suecia, aquí no había pasado de algunos esporádicos concejales y de algunas, fracasadas todas, experiencias de ecologistas nombrados directores generales de medio ambiente.

Margalida Roselló, del Partido Verde, es consejera de Medio Ambiente. No menos esperanzadora es la presencia de Joan Mayol, como responsable de Agricultura. Este biólogo, si bien pertenece al partido de los socialistas de Mallorca es uno de los más preparados y activos defensores del patrimonio natural de les Îlles desde hace más de 25 años. Por si fuera poco, un ex vicepresidente de Greenpeace, Nicolau Barceló, está al frente de la dirección general de Residuos y Energías renovables, que aborda nada menos que la posible sustitución de la incineración como método para eliminar las enormes cuantías de basuras que el turismo genera en el archipiélago.

Pero lo mejor no es el compromiso de llevar a la práctica algunas demandas de los ambientalistas, sino que algunas ya son realidad. Como por ejemplo el haber parado nada menos que un campo del sagrado golf en Cala d"Hort. Un decidido apoyo, nunca más oportuno ante la creciente ínfima calidad de los alimentos, a la agricultura ecológica. Se han regulado, al fin, las visitas al parque nacional de Cabrera. A lo que se suma la creación de la reserva pesquera de Cap Enderrocat. Pero sobre todo, tras la esperanzadora actitud del Ayuntamiento de Calvià, se pretende avanzar seriamente en la planificación urbanística con una clara tendencia a no seguir devastando el ya escaso territorio sin construcciones. Parece claro que también por las Baleares amanece primero.

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