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Decíamos ayer

Los relojes se vuelven a poner en marcha a partir del próximo jueves en el Liceo de Barcelona. El mapa operístico español se redondea así con su teatro más simbólico. En el exilio forzado, el Liceo ha mantenido su actividad en otros espacios, pero ello no impide una sensación de tiempo detenido durante todo el proceso de reconstrucción, de compás de espera en tránsito hacia la normalidad. Es precisamente un aire de normalidad lo que el coliseo barcelonés pretende con la elección de Turandot para la inauguración del nuevo edificio, un "decíamos ayer" con el título previsto después del incendio en 1994. Como si no hubiese pasado nada.Han pasado, sin embargo, muchas cosas en el mundo de la lírica española desde entonces. Se han abierto teatros como el Real en Madrid, el Euskalduna en Bilbao o anteayer mismo el Cuyàs en Las Palmas. Las temporadas del Maestranza de Sevilla se han consolidado y la ópera se mantiene con firmeza en lugares como Oviedo, A Coruña, Tenerife, Las Palmas, Valencia, Jerez, Málaga, Córdoba, Santander, Sabadell o Palma de Mallorca, entre otros. A ello hay que añadir el esfuerzo de festivales veraniegos como el de Peralada, San Sebastián o Santander para mantener un compromiso permanente con el género.

El repertorio, además, se ha extendido, no limitándose a los títulos más trillados del XIX. El Real, por ejemplo, comienza su tercera temporada el sábado con Orfeo, de Monteverdi, y tiene previsto un estreno mundial de Cristóbal Halffter. La ABAO de Bilbao inicia el próximo mes, con El oro del Rin, un ciclo de El anillo del Nibelungo, de Wagner. La temporada de ópera de Oviedo ha comenzado este año con un Julio César, de Haendel, y, en fin, el ejemplar Taller de Ópera de Valencia ha estrenado en España hace unos días El emperador de Atlantis, de Viktor Ullman, ópera considerada como arte degenerado por los nazis y escrita durante la estancia del compositor en un campo de concentración.

A la ampliación de lugares y títulos hay que añadir la atención que se está prestando a las nuevas creaciones de ópera española, con la colaboración escénica de algunas de las primeras figuras mundiales. Reciente está aún la obra de Mauricio Sotelo y Peter Mussbach en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, pocos meses después del estreno en Múnich, pero es aún más significativo que en las dos versiones sobre Don Quijote que para el próximo año están preparando el Real y el Liceo, con Cristóbal Halffter y José Luis Turina, respectivamente, se cuente con Herbert Wernicke y La Fura dels Baus en el apartado teatral. Quizás no venga de más recordar que Mussbach, Wernicke y La Fura han protagonizado algunos de los espectáculos más brillantes de esta década en el Festival de Salzburgo. Habría muchas cuestiones más para subrayar este momento de ebullición de la ópera en España: grabaciones de títulos como Merlín, de Albéniz, o un insólito disco donizetti por el singular tenor Enrique Viana en el artesanal sello Calando; un ciclo ambicioso dedicado a Puccini actualmente en Valencia o un prometedor arranque de un festival Mozart en A Coruña. El calado de la ópera en la sociedad española se percibe incluso en campañas de regalos de Navidad como la de Vinoselección, cuyas 60 cestas o bandejas llevan por título otros tantos nombres de óperas. Algunas son muy imaginativas: jamón y gran reserva de Ribera del Duero para El elixir de amor ; salmón y champaña para Cosí fan tutte; foie y blanco Sauternes para La walkyria.

En estas circunstancias surge el nuevo Liceo, dejando bien claro desde la inauguración que su estilo está más en función del aperturismo que de la exclusividad -señores, traje oscuro; señoras, vestido corto-, combinando la tradición con el riesgo y teniendo detrás un sólido proyecto cultural después de una primera temporada de rodaje. Hay incógnitas, claro -la orquesta y el coro, el nuevo director musical-, pero lo que por encima de todo sobresale es la ilusión de continuidad más que una búsqueda del tiempo perdido. Faltan solamente siete días para recuperar el eslabón perdido. ¡Que nadie duerma! (Nessun dorma), volverá a ordenar la princesa Turandot al comienzo del tercer acto. Ni en Pekín ni en Barcelona.

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