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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Memoria civil del 36

EL PARTIDO Popular no está todavía en condiciones de condenar abiertamente, sin eufemismos, el golpe militar del general Franco, que dio origen a la guerra civil y a centenares de miles de muertos y exiliados. Es lamentable, pero también lo sería convertir esta inconsecuencia de un partido democrático en prueba de que no lo es. Sería deplorable que una iniciativa a favor de la reconciliación y del reconocimiento a los españoles expatriados terminara provocando el efecto contrario: reabrir heridas que la mayoría quiso dar por cerradas al inicio de la transición.Hace 21 años, el rey Juan Carlos quiso sellar simbólicamente ese reencuentro con la España del exilio al visitar en su retiro de México a la viuda del anterior jefe de Estado constitucional, el republicano Manuel Azaña. La proposición votada en el Congreso aspiraba a reafirmar esa reconciliación mediante el reconocimiento público del papel de los exiliados y de los países que los acogieron. Precisamente porque durante años fueron considerados la antiespaña, ese reconocimiento sólo alcanza su objetivo si es unánime. Es decir, si suscita la aquiescencia de todos los representantes de la España actual, sean hijos de los vencidos o de los vencedores. Por ello debió haberse evitado una votación si el consenso no estaba garantizado.

Pero nada de esto disculpa al PP. Incluso si consideraba poco rigurosa la definición del 18 de julio como "golpe militar fascista", debía haber votado la resolución y matizado su opinión. Porque suponiendo que no fuera exactamente eso -o no sólo eso-, mucho menos fue una gloriosa cruzada en defensa del auténtico ser de España como pretendieron los vencedores.

Así lo reconocía el propio texto alternativo del PP al referirse a la guerra como "un enfrentamiento fratricida" movido por la "sinrazón y el odio". Sin duda lo fue, y los demás partidos pudieron suscribir esa declaración, pero tampoco fue sólo eso. Resulta sorprendente que el partido del Gobierno se sienta obligado a abstenerse ante una declaración en la que la Comisión de Exteriores del Congreso "condena y deplora el levantamiento militar contra la legalidad constitucional...". ¿Es el término condenar el que no comparte? ¿No cree que fuera un levantamiento militar?

Es lamentable en todo caso que 60 años después el Congreso se divida ante lo que quiso ser un homenaje al exilio. También lo es que se haya tratado de aprovechar este viaje para trazar una frontera entre franquistas y antifranquistas. Avala esa sospecha que en la exposición de motivos se incluyera una referencia a las fuerzas que combatieron al franquismo excluyendo deliberadamente a la oposición monárquica o democristiana. Pero es increíble que, de habérselo propuesto, el PP no hubiera logrado un acuerdo sobre ése y otros motivos menores de discrepancia.

La guerra civil fue una espada que dividió a España en dos, con la particularidad de que cada una pretendía encarnar a la verdadera. Los historiadores pueden discrepar sobre las causas de aquel drama. Pero lo indiscutible es que durante casi 40 años el bando franquista evitó todo signo de reconocimiento, de autocrítica y mucho menos de reconciliación hacia los vencidos. Es muy lamentable que el PP no haya sido capaz de ir un milímetro más allá de lo que sin duda piensan muchos de los suyos, pero se equivocarían los demás partidos si pensaran que los españoles desean reabrir ahora políticamente esa herida.

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