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"Ingresamos en la época de la posidentidad"

Francisco Jarauta selecciona los fenómenos que caracterizan el cambio de siglo

"El siglo XXI comenzó en 1989, con la caída del muro de Berlín", dice Francisco Jarauta, "y a la década estetizante que representaron los años ochenta sucede un nuevo planteamiento ético". Pero ¿nos encontramos ahora sólo ante un cambio de siglo o ante un cambio de época? Para Francisco Jarauta, de 52 años, catedrático de Estética en la Universidad de Murcia y uno de los más destacados intelectuales europeos ocupados en las transformaciones culturales y políticas que se registran actualmente, no cabe duda de que asistimos a los síntomas de emergencia de una nueva época de la humanidad."Dos serían las principales transformaciones que generarían un cambio de época", dice Jarauta. "En primer lugar, y como fenómeno determinante de todos los demás, sería la gran concentración del capital financiero internacional, que forma un nuevo poder con estrategias propias y diferentes a las tradicionales que concedían el poder al Estado-nación. Con eso, la política supranacional y la nacional se convierten en mera gestión económica, en sólo management. En segundo lugar, la globalización determina también una homologación cultural del mundo tanto en los modos de vida como en las formas de pensamiento. Contra este movimiento de homologación se encuentran los fenómenos de resistencia territorial de la identidad. Y el problema de la identidad se ha convertido así en un problema central. Nos encontramos en el momento de la posidentidad, de las identidades híbridas, construidas con elementos diferentes y con las identidades nómadas, de perfiles variantes."

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"Otro fenómeno más que podría citarse siguiendo el libro de Paul Kennedy Preparing the XXI Century puede muy bien ser el problema demográfico y sus importantes consecuencias sobre la inmigración y las desigualdades de riqueza mundiales". ¿Desigualdad que puede dar lugar a grandes conflictos sociales? "No es previsible, al menos a medio plazo. Sólo motines episódicos y aislados en los que no se ve la emergencia de ningún líder carismático al estilo de lo que ocurría en los sesenta", cree Jarauta. Piensa, sin embargo, que "la capitalización del bienestar se está ubicando, aun con bolsas de pobreza, en las sociedades posindustriales. Y, de otra parte, la falta de real modernización económica y política de países atrasados hace que las condiciones de bienestar se hayan alejado en los últimos 20 años. Y no se observa tampoco, a nivel de organizaciones internacionales, voluntad de corregir esos crecientes desequilibrios que apenas denuncian los medios de comunicación más decisivos".

Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, sostiene, en efecto, que los grandes grupos de comunicación no están interesados en denunciar los males de la mundialización. "No lo hacen", explica Jarauta, "porque el mundo se orienta en ese sentido como una forma de civilización irreversible y es inútil enfrentarse a la corriente. Y también porque esos grandes conglomerados de la comunicación extienden sus intereses multinacionales a otras empresas económicas y financieras que obtienen sus ventajas de un mercado global".

¿Podríamos decir, por tanto, que hoy se comparte una visión cínica o acrítica respecto al progreso? "Hoy los neoliberales poseen una idea optimista del progreso. Aseguran que las fuerzas del mercado acabarán, tarde o temprano, por extender el bienestar para todos, y que es cuestión de tener paciencia. Pero también es verdad que desde los años setenta, desde el informe de Roma sobre los límites del crecimiento o el informe Hutson sobre el desarrollo sostenido, se ha extendido un cauto pesimismo. En conjunto, puede decirse que no existe un discurso fuerte sobre el futuro. Apenas se habla del futuro al estilo de como se hacía durante los años sesenta produciendo multitud de extrapolaciones para décadas después. Ahora se vive en el presente: los diagnósticos apenas alcanza a los años más inmediatos".

¿Porque nos faltan acaso instrumentos teóricos para interpretar la orientación de lo que está ocurriendo? "Ciertamente. Hoy padecemos tal desarme teórico que la principal tarea de los intelectuales debe ser la creación de nuevos conceptos, nuevos mapas de conocimiento. El trabajo del intelectual, decía Deleuze en su testamento, no debe ser ya hacer exégesis o mirarse en el retrovisor, sino asumir la intemperie y recorrer el tiempo actual, con todas sus tensiones y sus gritos, para establecer sobre él una serie de conceptos que lo nombren y construyan una cartografía capaz de situarlo. Pero yo pienso además que, así como Marx decía, al final, que el destino del pensamiento es la transformación del mundo, quizás necesitemos volver a interpetrar el mundo para saberlo transformar ahora. El problema es, no obstante, saber desde dónde se realiza esa interpretación, porque nuestros referentes intelectuales se han borrado y necesitamos reconstituirlos. Y esto es un problema no sólo para los intelectuales, sino para todos aquellos que trabajan sobre la opinión pública o en la educación, que, especialmente, deberá servir una visión más clara sobre la realidad. Una realidad que el arte se apresta ya a reflejar en las mejores obras nuevas".

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