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Chistes y memorias en la Venta de Vargas

Fue un día grande de recuerdos. Todos vieron al mito, todos lo tocaron. Sólo unos pocos lo conocieron de verdad. Era un tipo silencioso, nunca hablaba. Lo que tenía que decir lo decía cantando: "La vida, la vida, la vida es... un contratiempo, la vida es". La comida en la Venta de Vargas, donde Camarón empezó a cantar a los ocho años, fue todo lo contrario. Felicidad total, risas, niños corriendo entre las mesas, fotos del astro y recuerdos de los que le amaron. Juan Habichuela, sembrao y locuaz como nunca, contó que se fueron a Bilbao de gira con Juan Valderrama, que salieron José y él por delante, cantando por soleá, y la gente le pitó a la joven promesa. "Él ya ganaba 2.000 pesetas diarias, y yo cogía sólo 700. Se asustó mucho, yo le dije tranquilo y le toqué por bulerías y tangos. El público se puso de pie. La conclusión es que en Bilbao, si cantas por soleá te meten preso". Allí andaba también Rancapino, su gran tronco, dando abrazos a todo el mundo, riéndose con su boca enorme ("ayer con tanto viento no podía cantar"), y contando chistes: "Va un gitano a un banco a pedir un préstamo. El director le dice: "¿Cuánto necesita?", y el gitano le contesta: "Usted cuánto tiene ahí". Raimundo Amador, lleno de oro y de hijas guapísimas, no paraba de hacer bromas, a pesar de que se ha tenido que poner una caravana en el jardín para ver con su niño las películas de animales, mientras las niñas ven el culebrón. Y allí estaba también José, el hijo pequeño de Camarón: ocho años, fugilla y canta para comérselo. O mejor dicho, cantaba. En cuanto abría la boca, notaba tanta atención de la gente que decidió quedarse mudo. Pero para memoria, la de Rancapino fue quizá la más gráfica en la hipérbole: "¿Camarón? Una caja de música, un órgano dulce y lleno de sabor".

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El órgano también cantó: "Yo vivo enamorao y para mí tus besos son como la fuente de mi pensamiento".

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