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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ayuda de desechos

En situaciones extremas -hambrunas, catástrofes naturales, guerras...- como las que suelen producirse en los países más pobres de la tierra es de agradecer cualquier ayuda que les llegue desde los países ricos, incluso las sobras o migajas de lo que consumen. Pero a condición de que esa ayuda -se trate de alimentos, medicinas u otros productos- sea de provecho y no sirva sólo para tranquilizar la buena conciencia de quienes la ofrecen. La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de denunciar que la mitad de los medicamentos enviados a Kosovo son inservibles. Carecen de una identificación adecuada; están caducados o a punto de caducar. No es la primera vez que se denuncia el mal estado de muchos de los medicamentos llegados a zonas en crisis. Antes que en Kosovo sucedió en Bosnia, en Ruanda y en Somalia, creando no pocos problemas añadidos a poblaciones que ya los tenían más que sobrados.

La corrupción, el despilfarro o el robo sin más a cuenta de la ayuda humanitaria están perfectamente documentados. Pero poner en riesgo la vida o la salud de las personas con medicamentos (o alimentos) en malas condiciones es algo sencillamente espantoso. Para evitar ese riesgo y poner un poco de orden en el desbarajuste creado en momentos que exigen ante todo una respuesta rápida a situaciones de emergencia, la OMS estableció en 1996 algunas directrices básicas aplicables a las donaciones de medicamentos y elaboró una lista de los más esenciales y útiles en esas situaciones críticas.

Lo sucedido en Kosovo revela que no todos los Gobiernos y organizaciones han tenido en cuenta esas directrices. El Gobierno español y las organizaciones no gubernamentales españolas se han apresurado a señalar que no es su caso y que sus envíos contaban con todas las garantías sanitarias. Lo sucedido con los medicamentos enviados a Kosovo no debe achacarse necesariamente a la mala fe de nadie, o a cosas que se le parezcan, aunque existen casos de violaciones flagrantes de todas las normas en el envío de medicamentos por parte de alguna organización humanitaria. Tampoco hay que desdeñar el riesgo de que este tipo de ayuda sirva de cauce para aliviar los almacenes farmacéuticos de medicamentos inservibles para el mercado.

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La experiencia enseña que lo ocurrido en Kosovo se debe ante todo a la improvisación y la falta de control. Se envían medicamentos que no se necesitan ni se piden; otros desconocidos o no identificables para quien los recibe; fármacos sin prospecto o etiquetados en idiomas incomprensibles en su destino; medicinas usadas, caducadas o devueltas... Es algo demasiado habitual en las remesas de ayuda humanitaria. Pero ni la generosidad ni la buena voluntad sirven para exculpar casos como el envío de estimulantes para el apetito a poblaciones afectadas por el hambre, como sucedió en 1990 en Sudán, o la pérdida temporal de la vista de mujeres lituanas tratadas con un antiparasitario enviado sin prospecto.

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