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Reportaje:

Chiva, el vino valentino

¿Quién inventó el vino? ¿Fue Noé como dice el Génesis? No tenemos una respuesta, solo podemos decir que se conocía ya hace seis mil años, en un espacio comprendido entre el mar Negro y el golfo Pérsico. Efectivamente, por la zona donde se sitúa el aterrizaje del Arca de Noé, lo cual contentará a aquellos que apuestan por este origen. Podríamos ir de creencia en creencia, de mito en mito, sin solucionar definitivamente el enigma, pero quienquiera que fuese el inventor logró ponerlo de moda, y así, sucesivamente se plantaron viñedos en Asia Menor, Egipto, Creta, Grecia, Sicilia, sur de Italia, la Provenza y España. De este cultivo y su producto vamos a tratar en estas líneas. De la gran variedad de cepas que existen, en la Comunidad tenemos las suficientes, con ellas se podrían confeccionar los mejores caldos. En base a ellos se costruye una fama o un prestigio. Por desgracia no es este el caso de la Comunidad Valenciana, ya que sus cosechas justo es decirlo, han sido mayoritariamente vendidas a granel con distintos fines, entre los que no falta el de complementar o suplantar las de otras regiones de más nombradía. Pero parece que la mala época ya ha pasado y ahora rigen criterios que están elevando muy sustancialmente el nivel de nuestra viticultura, y lo que es más importante, sobre la base de las tradicionales uvas autóctonas. Las macabeo, merseguera, bobal, garnacha, en la denominación de origen Utiel-Requena; la monastrell y garnacha tintorera en Ayora; importante la dulce moscatel en la D.O. Alicante, además de la garnacha, bobal, etcétera. Y en la denominación Valencia, la merseguera, macabeo, malvasía, verdil, tempranillo. Todas ellas se utilizan en la confección de los vinos que actualmente se producen en nuestras tierras.Una de ellas, Chiva, es el destino de nuestro viaje. Es una localidad que se encuentra en la zona vitivinícola de denominación de origen Valencia. El paisaje para acceder a ella, casi huelga decirlo, se inicia con los naranjos de las primeras llanuras cercanas a la capital y se va transformando en pequeñas huertas y un poco mayores campos de frutales, de almendros y olivos que son una constante en la Comunidad, a la vez que el terreno se comparte con los viñedos, que de algún sitio debe salir el producto luego embotellado Pero no solo existe vegetación, también la arquitectura ocupa un importante lugar en el recorrido. Visitémosla. Y después, a eso hemos venido, a comer a Chiva, al restaurante Pelegrí. Allí encontramos puesta al día la cocina tradicional del entorno. Seriamente, y suplementada con platos foráneos e inventados. También encontraremos una buena representación de los vinos que se cultivan en la zona y adyacentes, protagonistas de nuestra crónica. En cuanto a la cocina: tratamiento para la morcilla de cebolla que se fabrica en la tierra, crujiente de la misma envuelta en col, para el ajoarriero, situado dentro de una bolsita de pasta brick y una piperrada como fondo,... Con los platos principales comienzan las preocupaciones. El bonito, hecho en exceso para como se concibe hoy este pescado; las carrilleras demasiado dulces y deslavazadas. Un grave inconveniente de los menús degustación como el que se ofrece en este restaurante, consiste en que se pretende, por un módico precio, cumplir con la ingente tarea de dar de comer varios platos y que como resultas de todo ello, al final haya quedado conformado un menú sólido. Y claro, al precio que está hoy la primera materia de calidad hay que recurrir a productos en los que, o se alcanza un muy alto nivel de confección o no se triunfa, ya que los productos, por sí mismos son interesantes, pero no tienen la entidad del típico "plato fuerte" de los menús tradicionales. Después de esta disquisición, válida no solo para este restaurante sino para muchos de sus características, pasemos al resto de los comentarios. Una bonita y sencilla decoración interior, un amabilísimo y competente director de sala, una buena carta de vinos, y de cafés. Tomamos para acompañar la comida un "merlot" rosado valenciano, muy bueno. Pienso que para contradecir lo de las variedades autóctonas que predicaba yo al comienzo de este escrito, pero para confirmar la evolución en el tratamiento de los caldos hacia un nivel muy positivo. Si hemos empezado con el vino terminemos, con él. Saben ustedes que Alejandro Dumas era un magnífico gastrónomo. Pues dijo: "Se trata del vino, es decir, la parte intelectual de la comida. Los alimentos son solo la parte material". E indispensable, me añade el escritor Ferràn Torrent.

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