_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Oteiza y la cizaña

JOSÉ LUIS MERINO La semana pasada Jorge Oteiza se mostró entusiasmado por cómo van las obras de la fundación-museo que lleva su nombre, ubicada en la localidad de Alzuza, a cinco de Pamplona. Lo que parece una noticia grata y claramente normal, no lo es tanto si se tiene en cuenta que no hace un año todavía el propio Oteiza se posicionó contra quienes estaban al frente de su fundación-museo. Alguien, cercano en determinados momentos a Oteiza, trató de enemistarlo con el equipo gestor de la fundación-museo y, muy especialmente, con su presidente, Juan Huarte. En vez de valorar el esfuerzo, el cariño, la dedicación desinteresada de todos esos navarros por Jorge Oteiza y su trayectoria artística, ese alguien puso en los oídos del escultor comentarios insidiosos contra ellos, con el fin de provocar una ruptura entre las dos partes. Y hubo momentos en los que esa ruptura fue un hecho cierto. Para acentuar los despropósitos, ese alguien movió unos visibles hilos y anidó la idea de que las obras de Oteiza, guardadas en Alzuza, se depositaran en el Museo de Arte Contemporáneo de BArcelona (MACBA). Para halagarle a modo, y para que todo resultara atractivísimo hacia Oteiza, una de sus esculturas, convenientemente ampliada, se colocó en la entrada principal del museo barcelonés. Ante esta burda maniobra, desde la fundación-museo de Jorge Oteiza se afianzaron en sus derechos, que en su día dejaron firmados de común acuerdo con el propio escultor. A continuación, comunicaron al MACBA cuál era la situación real del caso. Obviamente, surgía la invitación a que dejaran de insistir en sus propósitos. ¿Cuál era la posición de Jorge Oteiza en todo esto? El artista de Orio navegaba por el Mar Elogio, y por las singladuras de lo nuevo. Rebelde por naturaleza, siempre ha entendido que lo ya hecho es algo que se debe transgredir. Si la fundación-museo aparecía como un hito fijo, nada más normal, según su compulsivo reaccionar, que mover de sitio ese hito. Sólo faltaba la cizaña de alguien con no se sabe qué propósitos e intenciones personales. Ahora las cosas han vuelto a la normalidad. Las obras de la fundación-museo se alzan entre el clamor de hierro, piedra, arena y cemento. El proyecto del arquitecto Sáenz de Oiza, amigo del alma de Oteiza, va a acoger amorosamente las cajas metafísicas, las combinaciones binarias, los poliedros abiertos, la fusión de sólidos y las maclas y estelas, y el fabuloso laboratorio de tizas, y tantas y tantas obras que aguardan el momento de dejarse ver por el gran público, para la delectación de todos. Lo que se expresa hasta aquí tiene una cara pública. No obstante, en los momentos difíciles para la fundación-museo, y ante el sesgo que tomaban los acontecimientos, escribí a Jorge Oteiza varias cartas personales. Antes de nada advierto que en los últimos años he vivido muy cercano a Oteiza. Le veía con frecuencia, entre otras razones, porque preparaba un libro de entrevistas con él, además de que hablábamos por teléfono todas las semanas, y en ocasiones dos veces o más en un mismo día. Pues bien, en mis cartas le recordaba el beneficio que suponía para su nombre de artista la existencia de la fundación-museo de Alzuza. No podía echar por tierra un proyecto tan puro, tan desinteresado, tan estimulante para el futuro. Es posible que puesto en página pueda parecer un tanto aparatoso y hasta melodramático; sin embargo, en aquellos momentos creí necesario recordárselo con estas palabras escritas: "Cuando tú y yo y otros no seamos sino polvo que se llevará el viento, la fundación-museo de Alzuza velará por tu nombre y tu obra, y os perpetuará amplísimamente". ¿Qué le ha hecho cambiar a Oteiza, para volver a sentirse identificado con su fundación-museo? Eso sólo lo sabe él. Como es imprevisible, puede que al leer un verso de T. S. Eliot en Tierra baldía que habla del "helado silencio de los jardines" se haya dado cuenta de que quien lo cizañó en un momento lo hizo con una perversa mano de musgo. Quiero recordar que la poesía es la fiel compañera de Jorge desde hace muchos años. De cualquier modo, todo esto es una suposición. Nada es posible asegurar cuando anda por medio Oteiza. Con Jorge siempre estaremos seguros de que nada es seguro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_