Xàtiva, la ruta de los castillos
Podría ser la ruta de los castillos, desde Cullera hacia el interior de la provincia, hacia Xàtiva y Montesa. Desde el primero de ellos se disfruta de una panorámica de la costa, marinera. El faro situado al extremo norte de la ciudad podría alumbrarnos en la noche hasta divisar la desembocadura del Júcar y todas las playas adyacentes, la de Tavernes, la de Xeraco, la de Gandia, la de Oliva, hasta sería posible ver Dénia y el Cabo San Antonio, donde otro faro, situado allí, lo reemplaza en su cometido de iluminar el paisaje. Y hacia el interior, la Sierra de Corbera, y el río, cuyo recorrido podemos acompañar por la carretera para, dando un pequeño rodeo llegar a Montesa, donde nos esperan los Templarios con un castillo que parece recortado contra el cielo, con la silueta que imaginábamos en las batallas contra los infieles. Volvamos un poco atrás, hagamos de Xàtiva nuestro lugar de reposo. La ciudad se nos descubre en todo su esplendor. Grandes árboles la inundan, a veces en los parques y jardines, a veces en las calles y avenidas que, aquí y allá, nos muestran una imponente arquitectura, tanto civil como eclesiástica. Y por encima de todo, el castillo, que data de los romanos aunque su imagen actual es la que diseñó Jaume I, en el siglo XIII, después de reconquistarla a los árabes. Todo eso y más verán si logran encontrar el camino, ya que parece que el Ayuntamiento ha colocado las señales indicadoras con ánimo de impedirlo; pero si lo consiguen, dominarán un inmenso valle lleno de todo tipo de vegetación, árboles y huertas que dan idea de la riqueza de la zona. Richard Ford, viajero romántico y escritor apostillaba en su libro escrito el siglo pasado, "Los ríos Albarda y Guardamar la fertilizan. El clima es delicioso, la llanura un paraíso de flores y frutos". Todo ello es cierto hoy en día. Pero además de estas virtudes naturales, la ciudad está viva, tiene un floreciente comercio y una industria que nace en épocas muy anteriores. Parece que el nombre de Xàtiva, Saetabis para los romanos, Seti-buts para los púnicos, significa en este idioma, tela de lino fino, en honor a los tejidos que allí se confeccionaban. Pero no sólo industria y comercio, bien podía recrearse en el pasado en el aspecto político o cultural, ya que entre sus hijos figuran personajes de magnitud universal, como los papas Calixto III y Alejandro VI, o el pintor José Ribera, llamado el españoletto durante los muchos años que residió en Italia. De este, al observar su obra, se diría que no era hijo de su tiempo, ya que no se le conoce ningún bodegón, y lo único que se atreve a mostrar en un plato es la cabeza del Bautista, aunque esta sí, en muchas versiones, plato de madera, de barro, bandeja de plata, etc. Pero es falsa la impresión, en su primera época, una serie de lienzos con el título genérico de los sentidos, intentan de un modo visual explicar en qué consisten estos. En el restaurante Mont Sant, situado en la subida al castillo, el edificio que procede de la restauración de un antiguo palacio, está rodeado por un amplísimo jardín terraza que le proporciona un innegable encanto, a la vez que una magnífica iluminación natural, a los salones destinados a la comida. En cuanto a esta, se puede decir que pertenece al género clásico remozado, componentes habituales tratados con modernidad. Nos sirvieron butifarra con un fondo de pasta brick; cintas de pasta italiana con un fondo de marisco y setas; rabo de toro dehuesado, amalgamado y cortado en filetes como si de un roast-beef se tratara y un carré de cordero al punto. En general correctamente cocinado pero sin atisbos de genialidad. Como postre helado de algarrobas e higos chumbos, sin sabor, y almojábana con chocolate fundido y helado, muy bueno y muy helado. La almojábana, almoixaven, es una fruta de sartén que se hace con harina, manteca, huevo y azúcar. El significado de su nombre que proviene del árabe es, tarta de queso. Un famoso cocinero italiano del año mil cuatrocientos cincuenta, Martino da Como, nos enseña que para hacer la mayor parte de los buñuelos, cuya pasta y confección es muy similar a las almojábanas, se utiliza el queso, mezclado con harina, huevo, azúcar y leche, por lo que hay que pensar en este ingrediente originalmente. En este caso el complemento del helado y chocolate, frío-caliente, le proporciona un encanto desconocido en su versión original, y que, al contrario de lo que sucede en las películas de cine, las mejora.
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