"El siglo XXI debe ser el siglo de la solidaridad"
Enrique Iglesias es un activista. Activista de despacho y sobre el terreno, porque el manejo de los teléfonos desde Washington es tan importante como su presencia en el lanzamiento de las grandes obras de infraestructura financiadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que preside desde hace 11 años. Al mismo tiempo -y no por nada fue premio Príncipe de Asturias en 1982 e hijo predilecto de Asturias y de su concejo natal de El Franco-, vive con pasión y profundo conocimiento las relaciones entre España e Iberoamérica. En esas relaciones, Enrique Iglesias contempla ahora un fenómeno a la vez estimulante y preocupante: un volumen muy importante de inversión española en América Latina que a veces está acompañado por actuaciones de prepotencia. Enrique Iglesias ha pedido al Senado español un código de conducta ética para las empresas españolas que invierten en América Latina.Pregunta. España es el primer inversor europeo en América Latina y el segundo internacional. ¿Qué espera América de la inversión española?
Respuesta. Lo que América Latina espera de la inversión española es algo más que un inversor que procura legítimamente aportar capitales y tener un beneficio. América Latina lo mira como a un socio porque formamos parte de esa España extendida que es América. Yo pienso que las políticas de inversión de la empresa española deben ir acompañadas de algún código de conducta que tome en cuenta que, junto a la inversión, se materialicen también relaciones especiales de cooperación, de vinculación con proyectos de inserción en el medio que, bien administrados, se pueden convertir en poderosos aliados para que esa inversión cuente con un ancho apoyo de la opinión pública de los países adonde van. Si es así, gana la inversión, gana el país y la imagen de esa inversión en el país.
P. ¿Qué recomienda al inversor y al político español que vuelven a descubrir América?
R. América Latina ha cambiado, como cambió España, y en la buena dirección, entre otras cosas con un vuelco fundamental en cuanto a su capacidad de recibir inversiones extranjeras. Ese cambio lo está aprovechando España con inteligencia, pero es importante pensar que la inversión extranjera tiene responsabilidades en los países en los que está que van más allá de la inversión. En el caso de España, eso está muy claro. Mi recomendación es: sigan invirtiendo y al tiempo vean las fórmulas de cómo aterrizan en estos países y cómo pueden insertarse más plenamente en la vida nacional, porque eso es lo que esperamos de la inversión española.
P. Usted es testigo de grandes avances, pero también de grandes desequilibrios, en el continente americano. En líneas generales, ¿cuál es su grado de optimismo con respecto a los desafíos que tiene la humanidad ante el nuevo siglo?
R. La historia nos obliga a ser optimistas, pero los problemas que vamos a tener no son fáciles, porque estamos entrando en una era de grandes incertidumbres y la capacidad de otear el futuro se complica. Yo soy optimista porque el potencial que tiene la humanidad a su disposición es inmenso. Pero tendremos que asegurar que esa potencial tenga, además, una dosis inmensa de solidaridad. Yo siempre recuerdo la frase de Octavio Paz cuando decía que la revolución francesa había marcado el signo de los siglos posteriores: el siglo XIX fue el de la libertad, el siglo XX ha sido el de la búsqueda ansiosa de la igualdad y el siglo XXI debería ser el de la fraternidad, el de la solidaridad. Y creo que Juan Pablo II dice una gran verdad cuando nos recuerda que no se trata de construir cualquier tipo de sociedad, y menos aún una basada en el individualismo, sino una sociedad que tenga como centro de su motivación material y espiritual la solidaridad.
P. Hay dos países en Iberoamérica con situaciones interesantes: Colombia y Venezuela.
R. El presidente Pastrana ha mostrado un gran coraje en abrir el campo al diálogo y dar un papel a la mesa de negociación. Espero que tenga una respuesta adecuada. Y creo que ese pesimismo que afecta hoy a Colombia está sobredimensionado. Colombia tiene un historial muy respetable en muchos campos: ha sido un país bien administrado, el único que ha cumplido siempre con sus obligaciones financieras internacionales y que tiene las condiciones para salir adelante. Tiene un gran potencial y nosotros apostamos por su recuperación.
P. ¿Y Venezuela?
R. Venezuela ha vivido una crisis política intensa en los últimos años y reclamaba una renovación importante, que es lo que se está dando y que es lo que esperaba la gente. Ojalá haya buenos resultados y se haga todo con la mayor participación de la ciudadanía.
P. ¿Qué responsabilidad hay en las clases dirigentes que no han sabido estar a la altura de las circunstancias y que abren la puerta al populismo?
R. En la medida en que los sistemas políticos tradicionales no dan respuesta a las legítimas aspiraciones de la sociedad, es lógico que surjan nuevos líderes que pretendan resolver problemas con nuevas perspectivas, y eso sí puede haber en común en esos dos países. En cuanto al populismo, yo creo que se ha dado como una enfermedad en muchos países de América Latina, pero está en retroceso por una razón muy sencilla: ni el mundo ni las opiniones públicas compran fácilmente los populismos. El populismo ha sido un factor altamente distorsionante en las economías. En nombre del favorecimiento de las clases populares acaban beneficiándose clases medias y altas de la sociedad. El populismo es mal consejero para la pobreza y para los equilibrios fundamentales que permiten crecer sanamente a una economía.
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