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El sexo de los ángeles

Howard Hawks tenía bien fundada fama de ser un director de películas rápido y con oficio veloz e infalible, pero durante el rodaje de Me siento rejuvenecer, en el otoño de 1951, debió de hacer pasar, como si fuera un novato, a su fotógrafo por muchos quebraderos de cabeza para conseguir de él que siguiese de cerca con la cámara todas las correrías del niñito desnudo de la penúltima escena, sin que en ningún descuido el pequeñín girase o se saliera de carril y mostrara de frente o de perfil su entrepierna a la cámara. Que aquel precioso cachorro humano fuera un bebé no hacía al caso. Órdenes son órdenes y había en circulación una que prohibía de forma tajante toda mostración genital en una pantalla, sin que el censor que dictó esa orden, el lúgubre Will Hays, dejase lugar para la excepción del ángel, incluso bajo forma de angelito, de modo que la pilila del bebé, aunque la criatura sólo tuviera 10 meses, tenía tan prohibida la mostración como la de Cary Grant, el grandullón que lo llevaba en brazos.No hace falta irse al Hollywood de medio siglo atrás para toparse con disparates parecidos y de tan ridícula gravedad. Hace pocos años, Michelle Pfeiffer tuvo que hacer alquimias con su maravillosa capacidad sugeridora para, en Por encima de todo, expresar su enamoramiento de un hombre de raza negra sin pasarse de la raya trazada décadas antes por Hays y romper otra de sus prohibiciones tajantes: la mostración de amor interracial y, sobre todo, entre un hombre negro y una mujer blanca, dejando en unas apostillas posteriores un poco de manga más ancha para el caso inverso entre un hombre blanco y una mujer negra, lo que agrava el terrible y cavernario disparate. Baste recordar que Michelle Pfeiffer aceptó el embolado por ser mujer de talante liberal, y que su personaje había sido rechazado con anterioridad por Julia Roberts, que por entonces estaba apuntada a un itinerario profesional mucho más estrecho.

Will Hays, uno de los hombres más feos que han existido, sigue dictando en California instrucciones a la belleza, y no hay que sorprenderse de que la censura gremial que él creó en los años treinta haya desenterrado hace unos días algunos rescoldos de su podredumbre para ensuciar con ellos las imágenes genitales que aparecen en Eyes wide shut, película póstuma de Stanley Kubrick. Desde su tumba, el turbio Hays sigue desenfundando sus tijeras y cortando pililas a diestro y siniestro.

Muchas cosas han cambiado en Hollywood después de 60 años y, con ellas, algunos supuestos del código Hays han sido limados de asperezas demasiado ridículas, desnudadas por la erosión del tiempo. Pero lo esencial, las imágenes desencadenantes de la lógica del mecanismo censorial creado por él, sigue ahí, intacto y en pleno ejercicio de guillotina. Y si en 1937, primer año que se aplicó, el código Hays prohibió o mutiló 37 películas, cinco más que en la Rusia de Stalin, hoy en rigor prohíbe o mutila a todas porque no se aplica más que por excepción a películas imaginadas en libertad, como Eyes wide shut, y que ya están hechas. La norma es que la miseria de Hays se aplique, antes de que la película se haga, a la imaginación de quienes van a hacerla. No es ya aquel turbio código una censura, sino más que una censura: un estado perturbado de conciencia, lo deforme convertido en forma. Basta para comprobarlo recuperar algunos párrafos del documento operativo que Hays puso en manos de los estudios de Hollywood en 1938. Habla por sí solo y dice cosas que los estudios, a estas alturas, han interiorizado, matizado y convertido en base de su pensamiento y de su moral. Ahí van algunas joyas: "Quedan prohibidos bailes y movimientos que dejen entrever las partes íntimas del cuerpo bajo la ropa. Una escena de pasión no puede suscitar emociones peligrosas para jóvenes, inmaduros y criminales. Las escenas de pasión necesitan un tratamiento respetuoso a la naturaleza humana y sus reacciones normales. Un beso prolongado y apasionado, los abrazos que dejan traslucir deseo, las posiciones y los gestos alusivos a ello no deben ser representados. La pasión no debe aparecer de forma que estimule los bajos instintos. La seducción o el estupro son prohibidos cuando no son absolutamente esenciales al argumento, y serán siempre prohibidos en las películas de tipo cómico. Queda prohibida la representación de perversiones sexuales o alusiones a ellas. No será representada la trata de blancas. Quedan prohibidas las relaciones íntimas interraciales. Quedan prohibidas escenas donde se represente, en vivo o en transparencia, un parto. Queda prohibido mostrar los órganos sexuales de los niños". Posiblemente no hay siempre una aplicación literal de barbaridades de este calibre, pero lo que Hays quiso transmitir en ellas, el (por llamarlo de alguna manera) pensamiento que lo movía, sigue haciendo estragos en el cine de Hollywood y a estas alturas es ya un pensamiento dominante.

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