Una patrulla de guardias civiles abre fuego para repeler a unos bandoleros
Por primera vez desde su llegada a Kosovo, hace tres semanas, miembros del contingente español de la Guardia Civil abrieron fuego durante la madrugada del domingo para repeler un ataque de unos bandoleros. El tiroteo, en el que no se registraron heridos, se produjo en la carretera entre Klina y Durakovac, cerca del destacamento de la Legión en Zlokuçane, una zona que en los últimos días ha sido escenario de tensiones étnicas entre albaneses, serbios y gitanos.
La patrulla de la Guardia Civil objeto de la agresión detuvo a cuatro personas, que presuntamente formaban una banda dedicada a desvalijar a los refugiados que regresan a sus casas. En el enfrentamiento se vieron envueltos tres vehículos Nissan Patrol, con nueve guardias civiles a bordo, que realizaban una misión de vigilancia. Según la versión que ofreció ayer el oficial al mando de la patrulla, un autobús, que maniobraba para dar la vuelta, interrumpía el paso. Los agentes bajaron de sus vehículos y se acercaron para identificar a sus dos ocupantes. Mientras charlaban con ellos, alguien efectuó dos disparos de pistola desde el otro lado del autocar, oculto junto a la carretera. Los agentes se echaron a tierra y dos de ellos rodearon el autocar por su parte trasera para intentar sorprender a los agresores. Al asomarse, sonaron otros dos tiros, a los que los guardias contestaron disparando tres veces.
La patrulla de la Guardia Civil pidió refuerzos al destacamento de Zlokuçane, y una sección de la Legión, con dos blindados medios sobre ruedas (BMR), acudió en su apoyo. Los españoles avanzaron lentamente por la carretera, iluminada con los potentes focos de los BMR, y a un kilómetro de distancia aproximadamente encontraron a unas 30 personas junto a unas viviendas. Eran refugiados a los que el autobús acababa de dejar después de traerles de vuelta desde su exilio en Albania.
Las sospechas se dirigieron hacia cuatro hombres que no formaban parte del grupo. Habían llegado en un turismo sin matrícula ni papeles, con el puente hecho, lo que resulta bastante habitual en Kosovo. Más significativo fue encontrar en su interior un peine de munición del calibre 7,62. Y, sobre todo, descubrir en el suelo una pistola FN Browning del calibre nueve corto. Tenía tres cartuchos en el cargador y cuatro en la recámara. Le faltaban, precisamente, cuatro proyectiles. La Guardia Civil procedió a detenerlos, y ayer, tras interrogarlos, fueron conducidos a la comisaría de los carabinieri italianos en Pec.
Éste es el segundo incidente en que se ven envueltas las tropas españolas y el más grave hasta ahora. El 4 de julio, una sección de la Legión, que protegía el monasterio ortodoxo de Istok, pidió refuerzos al sentir unos disparos muy próximos, aunque no quedó claro si les estaban atacando. Los españoles no llegaron a abrir fuego.
Cárceles del ELK
Por otra parte, la brigada italo-española montó ayer una impresionante operación militar para desmantelar dos supuestas cárceles clandestinas del ELK al sur de Pec, que no fueron localizadas. Siguiendo instrucciones del cuartel general de la Kfor en Pristina, dos compañías mecanizadas italianas con 60 blindados, reforzadas por una docena de carros de combate Leopard-1 y dos helicópteros de ataque Mangusta, peinaron un polígono industrial a las afueras de Dakovika y dos aldeas próximas a Deçani. El general italiano Mauro del Vecchio y el coronel español Vicente Díaz de Villegas, que se desplazaron a la zona para supervisar el dispositivo, tuvieron que suspenderlo tras casi seis horas de infructuosa búsqueda.
A falta de prisiones clandestinas, encontraron cuatro cadáveres en avanzado estado de descomposición. Magro botín para tan espectacular cacería.
Ajenos a estas maniobras, un centenar de seguidores del ELK desfilaron ayer por el centro de Pec tras el féretro de Isuf Skender, un joven de 23 años que murió en agosto pasado combatiendo contra el Ejército serbio y cuya última voluntad fue ser enterrado en su ciudad "una vez liberada".
Como excepción, la OTAN permitió que los milicianos albanokosovares acudieran al funeral armados con cuatro Kaláshnikov, para cumplir con el ritual de disparar las salvas en honor de su héroe.
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