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Verano con cuentagotas

El año pluviométrico vigente, ese que contempla las lluvias desde el 1 de octubre de 1998 hasta el próximo 30 de septiembre, está siendo terrorífico: según el Instituto Nacional de Meteorología (INM) no había llovido en cantidades tan nimias desde 1948. El año más seco del último medio siglo marcará, además del incremento del consumo de helados (en lo positivo) y de los riesgos de incendios forestales (en lo fatídico), un verano peligroso para la producción agrícola. Y mientras los regantes se hacen cruces para que el verano no sea tan malo como pinta el nivel de los embalses, los gestores del agua hacen sus cábalas para ver cómo la administran, por supuesto con cuentagotas, de forma óptima. "Nos las vamos a ver y a desear para terminar el año hidrológico, el próximo 30 de septiembre", reconocía Luis Pérez Seiquer, comisario de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), el jueves pasado, un día antes de que la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura autorizara un desembalse de 112 hectómetros (126 en origen) para garantizar los riegos en el Segura hasta el otoño. Los embalses cuentan ahora con 227 hectómetros (el 22% de su capacidad), pero sólo 144 (el 14%) corresponden al sistema Segura. En el haber de la cuenta paralela que constituyen los aportes del acueducto figuran los restantes 83. Es decir, según explica Pérez Seiquer, "el agua está junta pero no mezclada". Por eso, si de los 114 hectómetros de la cuenca se desembalsan durante el verano 0,5 diarios para mantener los cauces ecológicos del río (agua mínima para mantenerlo vivo) apenas queda para regar el campo. Suelo mojado Un campo que tendrá que conformarse con lo mínimo. Para el 15 de julio se desembalsarán 60 hectómetros cúbicos ("a ver si podemos dejarlo en 50") y al finales de agosto o principios de septiembre, lo que se pueda. Por eso, los agricultores de La Vega Baja ya están estudiando solicitar un envío extraordinario de agua desde el Tajo. Con los riegos veraniegos la CHS "quema las naves" y sólo queda esperar que llueva. En cuanto al abastecimiento del sur de Alicante, de momento parece garantizado, pero en la CHS no descartan que la Delegación del Gobierno decrete restricciones en el consumo. De todas formas, para el problema del abastecimiento de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (que abarca gran parte de la provincia de Murcia y las comarcas alicantinas del Bajo Segura, el Baix Vinalopó y L"Alacantí) se aprobó, también el viernes, un envío de 30 hectómetros desde el Tajo. Así, aunque sea con la lengua fuera, parece que en el Segura se salvará el verano (exprimiendo algo más los acuíferos) pero si no llegan las lluvias el tema será muy preocupante. Mientras, en la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) la situación es algo mejor, con 3.322 hectómetros cúbicos (el 27,59% de su capacidad). Su presidente, José Manuel Aragonés, reconoce que las lluvias otoñales fueron malas, por la cantidad y por la calidad, ya que fueron de las que "mojan el suelo" pero ni escurren a los ríos ni recargan los acuíferos. Tampoco el agua de invierno, la que alimenta los grandes ríos con los deshielos, llegó en condiciones. A pesar de eso, Aragonés no habla de sequía hidrológica (sus embalses tienen líquido) pero sí de sequía pluviométrica. No en vano, la media de recursos está por debajo de la media de los últimos 10 años pero todavía por encima de la de los últimos cinco, lastrados por la aspereza de las campañas 93-94 y 94-95. Aún así, el presidente de la CHJ reconoce que se están quemando recursos. Mientras, la cuenca oficial (desde La Cénia hasta el Vinalopó), fragmentada en sistemas, al contrario que el monosistema Segura, mantiene situaciones muy variadas. La peor parte la tiene el norte de Alicante, en la Marina Baixa, donde sólo un envío excepcional desde el Júcar de cinco millones de metros cúbicos de agua (a 1,3 hectómetros mensuales) a través del acueducto Tajo-Segura (por primera vez) permitirá sobrevivir al verano. Los embalses están secos: el Amadorio, a apenas el 10,3% de su capacidad (15,8 hectómetros) y el Guadalest apenas contiene 13 hectómetros (6,8%). Las prioridades son las tradicionales: el agua de calidad para beber y la peor (pozos) para regar. Otro punto conflictivo es el norte de Castellón, en el sistema de La Cénia (el embalse de Ulldecona, con 11 hectómetros, está al 3,2%). Una peligrosa situación que se ha intentando paliar con dos nuevos pozos. Pero, según Aragonés, sólo la construcción de un acueducto desde el Ebro dará solución al endémico problema de las planas del norte de Castellón. El resto de los sistemas aún no han entrado en crisis. Sobre todo en el Júcar-Turia, con más de 800 hectómetros guardados. "El objetivo es acabar la campaña dejando agua en los embalses para poder afrontar la próxima en caso de que no lloviera", explica el precavido presidente de la CHJ. En otros sistemas más modestos, como el Serpis (10,79 hectómetros, al 40%) o el Palancia (3,58 hectómetros, al 60%), no faltará el agua. No obstante, el presidente apunta que los acuíferos siguen sobreexplotados y que adolecen de una considerable intrusión marina. En cuanto al futuro, Aragonés confía en que llueva en otoño. Como todos los expertos en agua, no cree que un año seco obligue a que el siguiente también lo sea. De ese talante es Eduardo Costa, director general de INM, que califica el actual año pluviométrico de "muy seco". Por lo menos hasta ahora. Habrá que esperar hasta el 1 de octubre para analizar el año hidrológico recién finalizado, pero "es difícil que las lluvias de julio y agosto equilibren una estadística", por lo que, con toda probabilidad el comportamiento de las lluvias en toda España tendrá un mal saldo. Ya la media nacional ha sido inferior al promedio anual (que oscila en los 400 milímetros), siendo éste uno de los tres o cuatro más secos del último medio siglo, pero las cuencas del Júcar y del Segura han sufrido especialmente. Se trata del año más deshidratado desde 1948. Una situación a la que hay que añadir un agravante: la primavera ha sido muy calurosa, con temperaturas típicas del verano. El área mediterránea, según Coca, ha sufrido hasta dos grados por encima de lo normal en la estación primaveral. Así, la escasa humedad del suelo se añade el estrés hídrico que produce un aumento de la evaporación. Y puesto que apenas hay probabilidades de que el verano cambie el año, sólo queda esperar que la próxima campaña sea más húmeda. En el INM descartan que, "porque no hay motivos científicos para pensarlo", haya dado comienzo una periodo seco de varios años. Tras un año árido, puede venir uno seco o uno húmedo. Estadísticamente se han dado las dos situaciones. El 40%, de pozos Y los que más esperan que la margarita responda "húmedo" son los agricultores. Sobre todo en las zonas donde se utiliza mayoritariamente el agua subterránea (que representa el 40% de los riegos en la Comunidad Valenciana). Una situación especialmente alarmante en las Marinas de Alicante y en las Planas de Castellón. "En la Marina Alta, en Dénia, en Xàbea, ya hay problemas muy serios con el arbolado, con pérdida de hojas y una previsible pérdida en la calidad de la cosecha", asegura el presidente de AVA, Cristóbal Aguado. Los agricultores piensan que salvar sus cultivos es vital. Lo resume Aguado: "Se trata de cultivos de un alto valor social, en cuanto al número de puestos de trabajo, y de alto valor económico, tanto de comercio interno como en cuanto a la exportación y la entrada de divisas".

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Frutas sin sazón y árboles estresados
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