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La experiencia de Atapuerca

Cuatro talleres explican el trabajo de los arqueólogos y la vida prehistórica en el más famoso yacimiento de España

F. Javier Barroso

Armados con palas de plástico y brochas, 20 visitantes de la exposición Atapuerca: nuestros antecesores se convirtieron durante una hora en arqueólogos. Un recinto de tres metros cuadrados, que reproducía la excavación burgalesa (donde se encontraron restos del Homo antecessor, el antepasado humano más antiguo de Europa), sirvió a los improvisados científicos como campo de operaciones. Mientras, diez niños descubrían, disfrazados con pelucas y telas que simulaban pieles de animales, cómo vivía, cazaba y comía el Homo antecessor. La experiencia la ha organizado el grupo de investigadores de Atapuerca y los pedagogos del Museo de Ciencias Naturales. Una experta en Atapuerca enseña a los visitantes con un taller la forma adecuada de descubrir los fósiles. Primero se tiene que retirar toda la arena; después, dejar al descubierto las piezas, rellenar la hoja de trabajo y catalogar los hallazgos. Para ello, se pide que los participantes determinen su ubicación exacta en el yacimiento y que tomen mediciones. También deben averiguar los materiales con que se fabricaron. Para ello disponen de la ayuda de los monitores. "Nunca pensé que se tuvieran en cuenta tantos detalles para establecer el origen", señala Ignacio Torrecilla, un visitante de 25 años.

La muestra reproduce dos yacimientos: Gran Dolina, con 800.000 años de antigüedad, y Trinchera Galería, de unos 300.000 años. Los talleres instalados en el museo permiten reproducir la rutina de los arqueólogos y cómo se consiguen materiales. "Vienen hasta estudiantes de arqueología. En la carrera no tienen muchas prácticas", explican Belén Márquez y Elena Nicolás, creadoras de los talleres.

En la sala contigua, un monitor cuenta a los niños del taller ¡Comida, comida! que los moradores de Atapuerca se dividían entre cazadores y recolectores de frutos. Luego, los chavales se distribuyen las tareas dentro de la tribu. Unos recogen pequeños frutos colocados en cestos de mimbre; otros sacan muñecos de peluche que semejan caballos y ciervos de una pequeña trampa, como las que construían los primeros homínidos para que cayeran los animales. "Me ha sorprendido la forma que tenían de conseguir comida", decía un niño de 10 años.

Los cazadores se encontraron con la sorpresa de que en el interior de los peluches había chucherías. Estas golosinas sirvieron, además, para explicar a los peques que los primitivos comían la carne cruda y la partían con piedras, a las que sacaban sacar filo a golpes. Los otros dos talleres, El hilo del tiempo y Sigue los pasos, muestran el peregrinaje de los primeros moradores de la Tierra y su evolución en la prehistoria.

Atarpuerca: nuestros antecesores. Talleres. Museo de Ciencias Naturales (José Gutiérrez Abascal, 2). Hasta mayo del 2000, de 11.00 a 18.00. Entrada a la muestra: de 300 a 500. Talleres: Gratis. Lunes, cerrado.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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